Para
entender la situación actual en la Unión Europea hay que partir del pasado
y de la propia historia contemporánea de Europa. Un continente que se enfrasca,
en su territorio, en dos guerras mundiales; que supondrían la desaparición de
dos Imperios y el triunfo de la primera Revolución
Proletaria. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, con toda Europa
destruida y con la “ayuda americana”
para levantarla y para desarrollar de nuevo las fuerzas productivas del sistema
capitalista, comienza a atisbarse en el horizonte este nuevo proyecto como
único remedio para que no se volviera a producir más guerras en el suelo
Europeo. Pero para este proyecto era preciso el asentimiento de la Izquierda,
de ahí que se consiguiera el Gran pacto
keynesiano que conllevó a la institucionalización del Estado de Bienestar. Y
que con esto se permitiera que el Movimiento Obrero se beneficiara de la tarta
de la riqueza, a cambio de que dicha izquierda no cuestionara el sistema
económico.
MERCADO COMÚN
Al
terminar la Segunda Guerra Mundial las dos potencias continentales (Francia y
Alemania) inician el proceso. Pero antes de continuar hay que defender una
tesis: la construcción europea se realiza
dentro de las coordenadas de las relaciones sociales de producción capitalistas.
Esto supone que las dos potencias no busquen la paz, ni tampoco la estabilidad
social. Lo que están defendiendo es simplemente los intereses de las distintas burguesías
nacionales.
Y a lo
largo de la segunda parte del siglo XX nos encontramos con una evolución de la
construcción de dicho bloque regional
capitalista no exento de contradicciones. A) Ya en 1950 aparece el Plan
Schuman que en 1951 permitirá la constitución de la Comunidad Económica Europea (CEE); b) luego vendría la firma del Tratado
de Roma en 1957 entre el canciller alemán Adenauer y el ministro francés Mollet.
En dicho tratado Adenauer consiguió
dos objetivos fundamentales para los intereses alemanes: 1) que el Mercado
Común se constituyera como freno al
bloque estalinista y 2) la Reunificación
Alemana. Ahora bien, para frenar al bloque estalinista era necesario que el
movimiento obrero europeo tuviera reconocido una serie de derechos (Estado del
bienestar) y que al mismo tiempo interviniera en la economía. De aquí que se
permitiera la existencia de unos sindicatos
de clase fuertes y además que estos gestionaran la economía. Lo que se vino
a llamar la cogestión de la economía.
Ya en
la década de los 60 se va a producir un hecho fundamental: la revolución colonial fundamentalmente el triunfo de Nasser en Egipto y la nacionalización Canal de Suez, lo que
produjo una guerra colonial entre Inglaterra y Egipto. En el continente se
produce la subida al poder en Francia del General De Gaulle que en 1962 impulsa en el Mercado Común la Política Agraria Común (PAC) cuyo objetivo no era otro que la defensa de los intereses del campo francés.
Pero a
partir de la década de los 70 el capitalismo
europeo va a cambiar. En 1973 se produce la Crisis del Petróleo y la aparición de los petrodólares. En esta
década el capitalismo a nivel mundial comienza a reestructurarse. Los USA
consiguen abandonar el patrón oro y
comienzan a imponer el sistema del dólar.
Frente a esto comienza a producirse una guerra monetaria, por lo que el Mercado
Común en 1978 crea el Sistema Monetario
Europeo bajo la égida ya de Alemania.
Esta
primera “crisis generalizada” del sistema capitalista hace que alguna
ideología comience a cuestionar el pacto
keynesiano y, por consiguiente, el Estado
de bienestar europeo. Hay que tener en cuenta que en la década de los 80
aparece la doctrina neoliberal que los
dos Estados anglosajones van a conseguir gobernar. En Inglaterra aparece el gobierno Tacher y en USA el gobierno de Reagan. El neoliberalismo
tiene tres ejes: desarrollo de una política
monetarista, liberalización de los
mercados financieros, desregulación
del mercado del trabajo. Para dicha política es necesario derrotar al
movimiento obrero y que las direcciones de los sindicatos de clase y de los
partidos de izquierda abracen el nuevo
“credo económico”. Es en esta década cuando se produce una primera
ampliación con la entrada de tres países de la periferia (España, Portugal y
Grecia). Países que salen de la dictadura y que, por consiguiente, ya parten de
un Estado de bienestar muy débil. La mal llamada “transición española” supuso una serie de
déficits. Pero al mismo tiempo, la entrada en el Mercado Común se hizo en las
peores condiciones. Dicha entrada se produce en plena División Internacional del sistema, por lo que se obligó a España a
llevar a cabo una Reconversión Industrial.
Mejor sería denominarla Desindustrialización de la que el caso más fragante fue el desmantelamiento de Altos Hornos del
Mediterráneo (AHM). El ministro Solchaga lleva a cavo dicho
desmantelamiento de una industria que según los infórmenes era la que producía el mejor “acero en frío”; pero la perspectiva del
Mercado Común es que en el Mediterráneo sólo debía haber una industria, y se
inclinaron por la que estaba en Marsella.
En esta
década se produce la conversión a la disciplina liberal ortodoxa tanto de la socialdemocracia francesa (Mitterand)
como de la socialdemocracia española (Felipe
Gonzalez). Pero al mismo tiempo en Alemania se produce la subida del
canciller Helmunt Kolh. Y la
aparición de lo que se conoció como el Eurocomunismo que, entre otras
cosas, fue una “socialdemocratización”
del estalinismo de los países periféricos de la órbita mediterránea. Tanto la
socialdemocracia como el eurocomunismo aceptarán las tesis neoliberales
principalmente la austeridad. Por
salvar la patria la izquierda tradicional aceptaba los “sacrificios” que, según sus direcciones,
iban a permitir la salida de la crisis. Política reformista que siempre
acaba “desarmando” al Movimiento
Obrero y que prepara el camino para nuevos ataques de las distintas
burguesías nacionales.
Javier Méndez-Vigo
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