El espléndido
realismo del ‘divide y vencerás’ ha quedado obsoleto y superado por el fétido
hiperrealismo del ‘multiplica y derrotarás’. El enemigo no existe, sólo más de
lo mismo, multiplicado hasta el infinito. El sabor dulce de la victoria no es
nada frente a la fascinación de ahogar, humillar y derrotar al diferente, al
virus, al que no es sino lo mismo. Las
identidades y las diferencias quedan reducidas a un juego de simulaciones
infinitesimales, de cambios, de estupideces máximas. Poco importa ya que Marx
tuviera razón, que en realidad capitalismo y democracia sean incompatibles,
puesto que en la hiperrealidad no rigen ni la lógica formal ni las relaciones
causa-efecto, basta con que haya muchas opciones para elegir y que todos puedan
verlas, nada más. Así entre capitalismo y democracia hay una unidad
indisoluble.
Así, la opción no es
dividir a la izquierda, algo histórico en ella. Cuando la excepcionalidad del
momento hace que incluso separada pueda gobernar, la opción es multiplicar las
derechas (que el postre mantendrán la unidad con los pactos dobles, triples y
teatrillos parlamentarios que sean necesarios: más de lo mismo). Y
como ave fénix ha resucitado de sus cenizas el franquismo. En la esfera real
toda exhumación no significaría más que un mero traslado de restos óseos. En la
esfera hiperreal remover las cenizas es una auténtica resurrección y no
fantasmal, sino terrorífico. El miedo nos hace huir del peligro, el terror nos
abraza a él.
En los últimos diez
años de fuerte deterioro de los derechos sociales, que son las que han
producido la gigantesca abstención que ha permitido el triunfo de lo que llaman
“las derechas” en las últimas elecciones, ni inviten a la más mínima
autocrítica. No se puede luchar contra los lodos de ahora (la aparición
electoral de la ultraderecha y la mayor derechización de la derecha dura) sin
denunciar aquellos polvos (no solo de la Transición sino también de los
cuarenta años siguientes) que produjeron los grandes partidos de izquierda.
Para construir, o reconstruir, una verdadera izquierda andaluza, aunque sí ha
sido el pesebre en que se ha alimentado (no solo económicamente) mucha gente y
gran parte de las “personalidades” autoproclamadas progresistas. Lo siguiente,
no separar luchas sociales por la defensa de derechos con lucha nacional
andaluza por el reconocimiento de nuestro derecho colectivo a decidir por
nosotros mismos (entre otros objetivos, para que no ocurra, como ahora, que el
futuro de nuestras instituciones políticas se negocie y decida en Madrid). El
poco más del 6% sobre el censo electoral que ha conseguido Vox justificaría,
supuestamente, tocar a rebato por lo que llaman “emergencia democrática”. Sin
duda, hay que defender los derechos ya conquistados y denunciar la derechización
general de partidos e instituciones. Pero sin hacer de esta defensa el único
objetivo político ni suspender otras luchas por ampliar esos mismos y otros
derechos, hay una lógica, infra lógica, instintiva, inconsciente, más poderosa
y fundamental que la híper-lógica. Es la lógica caciquil: más de lo mismo, pero
de lo peor, sin simulacros, áspera, machista, sin obediencias simuladas, más
bien serviles, castradas.
Apoyo a la educación
diferenciada, medidas contra el aborto, creación de una consejería de Familia,
deportación de inmigrantes, derogación de la ley de memoria histórica… estas
son algunas de las joyas incluidas en el pacto entre PP y VOX que abren las
puertas de la Junta de Andalucía a los Populares. El acuerdo entre nostálgicos
del franquismo y fans del mismo, junto a otro pacto tangencial con C’s (que no
ha querido mancharse las manos, pero sí pillar parte del pastel) conformarán en
tripartito de derechas que gobernará Andalucía durante los próximos años. Los
Populares, tras usar el cordón sanitario a la extrema derecha que recomendaba
Europa como tanga para la noche de amor que han consumado Casado y Abascal,
aseguran que han conseguido llegar a un acuerdo tras una ardua negociación.
La más terrorífica de
las noches ha llegado, esperemos y confiemos que esta noche aterradora se quede
en los confines del An-dalus que no sea extrapolada al resto de las
nacionalidades ibéricas. Nunca ha tenido tanto poder de decisión la abstención,
por mostrar una disconformidad a unas
listas, han caído en una tormentosa y borrascosa noche, donde casi todo el
resto del Estado (aunque no se sea creyente) se oye el siguiente rezo “Virgencita
que me quede como estoy”
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