¿Cómo
lograr vacunas para todos?
Gobiernos favorables muestran nuevamente su
mezquindad con planes para una vacunación nacional en 2021 muy inferior a la
requerida. En España y Argentina, por ejemplo, con poblaciones superiores a los
40 millones de habitantes, los gobiernos planifican una campaña de 10 y 12
millones de vacunas, respectivamente. Además, esta vacunación insuficiente se
realizará a lo largo de varios meses, con determinados criterios de
prioridades. Millones de trabajadores y sectores populares quedarán afuera de
esos planes y en “zona de riesgo”.
Una
noticia reciente informa que los “países ricos”, con 14% de la población
mundial, ya se han asegurado 51% de las vacunas que serán fabricadas el próximo
año y que parte importante de la población mundial no tendrá acceso a ella.
Mientras los países imperialistas “se cubren la espalda”, el resto del mundo
“que se arregle como pueda”. Algunos, como vimos, harán campañas parciales de
vacunación; otros, los más pobres, directamente quedarán afuera. Es una nueva y
cruel muestra de que para el capitalismo la salud pública para los trabajadores
y las masas es secundaria frente a los costos y las ganancias.
Un gigantesco operativo mundial de vacunación
es que, además de no hacerse con un plan internacional cooperativo sino con una
feroz competencia entre empresas y gobiernos, el precio de las vacunas incluye
los derechos de patente propios de considerar la salud pública como negocio y
no como un derecho de primera necesidad de la humanidad, como es la
alimentación, la educación, la vivienda…etc.
Todo el proceso de fabricación y vacunación
(la acción de la OMS y de los gobiernos) debe ser controlado y gestionado por
las organizaciones de los trabajadores, en particular por representantes del
sector de salud pública: médicos/as, enfermeros/as y especialistas en
epidemiología. Es preciso avanzar más aún: para que haya vacunación para todos
y para que la salud pública sea considerada como un derecho de la humanidad, es
necesario expropiar y estatizar bajo control obrero todos los grandes
conglomerados privados farmacéuticos que están inmersos en esta “carrera por la
vacuna”. Son necesarios verdaderos planes de salud pública para el presente y
para el futuro: no podemos descartar nuevas pandemias ni desconocer el hecho
que hay otras enfermedades que son endémicas. Hay que exigir que ese criterio
se aplique a todos los medicamentos y que se garantice el financiamiento y los
fondos de inversión pública necesarios para ello. Es decir, lo opuesto de lo
que hacen el capitalismo.
Los negacionistas, que consideran la ciencia
como una “conspiración secreta para dominar la humanidad”. Son los mismos que
defienden que la Tierra es plana o, en su versión religiosa, el creacionismo
(el mundo tal cual es hoy habría sido creado por un Ser Superior) y sostienen
que eso es lo que debería enseñarse en las escuelas. Son los que hablan de un
“virus comunista” creado artificialmente por China o utilizan argumentos tan
absurdos como el que las vacunas (en especial la producida en este país)
provocarían cambios en el ADN de la persona que la reciba. Es imposible hacer
un debate serio con este sector porque sus ideas son irracionales y llevarían a
la humanidad a retroceder siglos en su combate contra las enfermedades. El
segundo es un sector de la clase obrera que, con razones fundadas, desconfía de
todo lo que provenga del capitalismo. Son trabajadores que ven que las vacunas
son un negocio y que las del coronavirus, en particular, serán aplicadas sin
plena seguridad sobre sus efectos colaterales negativos. Entonces dicen: “nos
quieren usar de conejillos de Indias” y rechazan la alternativa de vacunarse.
Hay que exigir que las vacunas para todos con otras demandas: un seguimiento
sanitario también gratuito de quienes las han recibido y, finalmente, que deben
ser los gobiernos y las empresas productoras los que se hagan cargo de la
atención de los efectos secundarios que puedan tener. Es una exigencia muy
necesaria ya que, por ejemplo, tanto Pfizer como Astra Zeneca han solicitado
“inmunidad” sobre la responsabilidad por los efectos colaterales negativos para
entregar sus vacunas y varios gobiernos ya han aceptado esa condición. En el
extremo de esta posición de defensa de los conglomerados privados
farmacológicos se ubica el gobierno brasileño de Jair Bolsonaro, quien no solo
se niega a impulsar la vacunación sino que además propone que quien se vacune
firme una eximición de responsabilidad para las empresas fabricantes.
Y estos intereses y necesidades son superiores
a la libertad de elección individual y se imponen a ella si entran en
contradicción. Porque si un trabajador se niega a vacunarse, esa es una
decisión que no solo lo afecta a él sino también a sus compañeros de trabajo, a
su familia y a sus vecinos porque es una fuente potencial de transmisión y
contagio. Es necesaria la reivindicación de vacunas para todos, gratuita y obligatoria,
con todas las consideraciones que hemos agregado. Llamamos a la clase
trabajadora y el pueblo a luchar por ella; es nuestra propia vida la que está en juego.
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