La devastación que
se cierne sobre los no privilegiados es similar a la que produce una guerra. La
burguesía está ganando de nuevo una guerra civil sin necesidad de declararla
abiertamente, y reforzando su conciencia de clase a base de reducir al contrario
a la impotencia: modifica leyes a su antojo, suprime derechos, incumple
promesas€ La izquierda, por el contrario, al aceptar reglas de juego comunes,
deviene la imagen misma de la alienación y agiganta la distancia que la separa
de las verdaderas aspiraciones populares. Los que sufren el paro, los
desahuciados de sus casas, los que son mal y tarde atendidos en la sanidad, los
que ven que sus hijos sin formación jamás pasarán de ser carne de cañón y mano
de obra barata para el sistema, son más de cada día. Ya no se trata de un
reducto de "lumpen-proletariado" en los márgenes de la sociedad;
ahora ya afecta a miles de familias que antes se sentían a salvo. El lumpen no
vota ni actúa en política, pero los afectados de hoy y de mañana sí. El
"que se jodan" gritado desde los bancos del PP en el Parlamento es
mucho más explícito y clarificador que cualquier discurso. Si los ricos pueden
pagar su sanidad, su educación y su protección policial, ¿por qué razón
deberían detraer parte de sus rentas para seguir atendiendo a una masa de
proletarios cuya principal misión en la vida debe ser producir plusvalía para
asegurar la reproducción del sistema?. La vigencia de la lucha de clases ha
golpeado sin miramientos a todos los que creían que ésta ya estaba superada por
la historia y, aunque los ricos llevan muchos años de ventaja porque ellos
jamás dudaron de ella, el resto de la población se verá en el imperativo,
quiera o no, de buscar una salida. La izquierda tiene que ofrecer una salida y
esta pasa por POTENCIAR LA LUCHA DE CLASES
José María Domínguez
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