Los fascistas en el
siglo XXI ¿Quiénes
son? Al oír, hoy, la palabra fascismo, tendemos a pensar en
organizaciones de extrema derecha e individuos fácilmente
reconocibles por sus signos externos: cruces gamadas, banderas
preconstitucionales, consignas xenófobas, agresiones brutales…
Pero, sin minimizar la gravedad de estas expresiones extremas, el
verdadero problema hay que verlo en el profundo arraigo del fascismo
en todos los estamentos y niveles de nuestra sociedad; un arraigo tan
profundo que, de alguna manera y en alguna medida, afecta a la gran
mayoría de la población y se manifiesta en conductas y actitudes
que tendemos a considerar “normales” (y por desgracia lo son en
el sentido estadístico del término). Entre los rasgos más
arraigados y preocupantes de esta generalizada la norma fascista de
la sociedad, cabe destacar los siguientes: el dogmatismo, la
competitividad exacerbada, el machismo, el racismo y la xenofobia y
el puritanismo.
la
burguesía asustada no se conforma con inventarse un Gran Enemigo a
la medida de su cobardía, sino que ve amenazas por todas partes, en
todo lo diferente; todo lo que pone en cuestión las normas y valores
en que se basa su ficticia seguridad le provoca un miedo irracional y
exasperante, una auténtica fobia patológica. Por eso el fascista es
xenófobo, racista y sexista; por eso es dogmático, violento y
autoritario, tanto en un sentido activo como pasivo: quiere imponerse
por la fuerza, pero también quiere someterse a una autoridad
indiscutible. Sencillamente, hay conductas y actitudes que tienden a
perpetuar el orden establecido y otras que tienden a transformar la
sociedad. Y en este sentido, como decía Sartre, todos somos medio
cómplices y medio víctimas del sistema (aunque no hay que entender
lo de medio y medio en el sentido literal del cincuenta por ciento:
algunas personas son muy cómplices y muy poco víctimas, y
viceversa). ¿Crímenes contra la humanidad?, solo el fascismo, su
idologia, incita y comete... Y sino que ha pasado en la piel de toro.
Trajo tras sí los fusilamientos, los treinta y más años de cárcel
en condiciones deplorables, el robo de niños y las violaciones en
masa; mientras cebaba el desprecio y la miseria en el más profundo y
doloroso sentido que encierra la palabra, entregaba en porciones país
y economía al yanqui, patente bélica, llenando de bases USA suelo
peninsular e islas, perpetuando el genocidio humano hasta su muerte
durante décadas de poder absoluto, con los cinco fusilamientos en
1975. Que sus herederos retoman, hasta nuestros días tras similares
métodos, ampliados y enriquecidos. Camuflados entre pactos, es que
alarga los días la in-transitada democracia de ladrones y corruptos;
carnada de engorde del fascio capitalista, para la perpetuidad de la
oligarquía, de los grandes monopolios y multinacionales usurpadores
de vienes ajenos de producción y fuerzas productivas, a antojo del
clan de intereses personalizados, marcas y compañías por el expolio
del petroleo, vías aéreas, medios de comunicación, bases de guerra
estratégicas, nucleares, campos de tiro y demás maniobras de
carácter bélico, anulación de culturas e imposición de la
esclavitud a escala internacional como mediación laboral, dan por
ley “una justicia” de nombre universal, tan falsa como su
democracia. Que permite juzgar crímenes contra la humanidad
independientemente de dónde se hayan producido los hechos, arma de
doble filo!La ONU lleva casi 80 años, intentando a la desesperada
juzgar a los criminales contra la República, del golpe de Estado
genocida que acarreo un millón de muertos sino más. Entre los
varios miles de crímenes que lleva investigados, están los
fusilados en 1940, ya finalizada la impuesta ¿guerra?, del
Presidente de la Generalitat, Lluís Companys, entre otros cincuenta
más cargos honorables de la República asesinados, y decenas de
“menos honorables” por no tener poco más que el nombre y pueblo
al que pertenecieron.
74
años después “los vencedores” han disfrutado de poder y
corrupción como el asesino Fraga, Martín Villa y Cía, incluida la
monarquía impuesta. Setenta y cuatro años de fusilar poetas,
maestros, artistas, mineros, comunistas, anarquistas, mujeres, niños,
jóvenes antifascistas. . . han seguido matando, encarcelando hasta
la muerte. Torturan a los pueblos con identidad propia; a todo el que
lucha por su supervivencia, incluido el que cruza el estrecho.
Ya es hora de acabar con esta injusticia
José
María Domínguez
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