Décadas de
contrarrevolución y paz social han descuartizado al trabajad@r, potenciando los
procesos y mecanismos de reproducción capitalista que velan la existencia misma
de las clases sociales (sobre todo la del proletariado), desmembrando así la
crítica unitaria desarrollada históricamente por esta clase social. La misma
totalidad capitalista sobre la que se despliega la realidad que vivimos aparece
fragmentada por una serie de ideologías que parcializan cada problema que este
sistema genera, buscando una solución particular a cada uno de ellos. Como
consecuencia, se alzan movimientos específicos que abordan esos problemas
parciales y tratan de resolverlos. Pero no sólo no hay ninguna solución posible
a cada problema tomado por separado, sino que además esa fragmentación altera
al mismo tiempo el contenido real de esos problemas. Se constituye así la
ideología de la opresión del hombre sobre la mujer, la opresión de la raza
blanca sobre las demás razas, la destrucción de la naturaleza por el ser
humano…, codificando la realidad bajo esos parámetros ideológicos. Al luchar a
través de una categoría parcial, los distintos movimientos se sitúan en el
plano de grupos específicos que compiten entre sí por un mayor reconocimiento
de derechos por parte del Estado. La competencia entre mercancías se expresa
políticamente como la competencia entre identidades separadas, todo en
beneficio de las políticas “transversales” del valor y su gestión estatal. Se
desplaza así la crítica unitaria del capitalismo, crítica que contiene en su
seno la denuncia de cada aspecto, no como parcialidad, sino como expresión de
una totalidad que determina cada parte y cuestiona el orden social que
reproduce todos esos problemas.
El trabajad@r tiene
enormes dificultades para actuar y reconocerse como clase. Su mismo ser, así
como su rico proceso histórico de lucha y su programa, aparece totalmente
negado en la historia, ya sea por deformación u ocultación de esa realidad
histórica. La misma dinámica del capital y sus fuerzas ideológicas proyectan
una actividad social en la que nuestra clase es negada como sujeto, reducido a
lo que es en el proceso de producción y reproducción del capital, y a lo que se
pretende que sea eternamente: simple objeto del capital; simple mercancía
fuerza de trabajo, que puede usarse o desecharse según las necesidades de la
producción; simple espectador del acaecer social. El desarrollo de esta
sociedad va íntimamente ligado al desarrollo del individuo aislado. La sociedad
mercantil generalizada excluye y disuelve toda comunidad que no sea la
comunidad del dinero y desarrolla todo lo que potencia el aislamiento social.
Todo lo que une lo une en tanto que separado, esa es la esencia de este mundo,
y su modo de vida, la democracia. El efecto que esta realidad provoca en la
comunidad humana, destruyendo su ser social, atomizándola en individuos
aislados con intereses contrapuestos, es cada vez más terrible. El ciudadano es
hoy el ejemplo luminoso de cómo el desarrollo mercantil y el individuo aislado
se desarrollan de forma paralela. Este desarrollo no sólo niega brutalmente la
comunidad humana, sino que plantea grandes obstáculos a la lucha contra el
capitalismo, pues la afirmación de ese individuo va en dirección opuesta al
desarrollo y la organización de la única comunidad que se contrapone al
capital, la comunidad de lucha, que parte de un ser colectivo, de una clase
social revolucionaria, Los trabajadores.
Lo urgente es andar,
andar, echar a andar, romper el entumecimiento, reaprender el paso de la
protesta activa, y, en ella, readquirir conciencia, método y programa. . La
emoción es fuerza, furia, ímpetu de empuje, energía disparada. Ningún
movimiento de real alcance histórico pudo ni puede tener lugar sin el concurso
de la emoción; las ideas, en cambio, en sí demasiado estáticas y cerebrales,
nunca han podido ni pueden, por sí solas, producir movimientos ni cambios
generales de un alcance histórico determinado, y, si puede decirse que la
acción sin pensamiento es ciega, no menos puede aseverarse con certeza que el
pensamiento sin acción es vacío. Que el movimiento, ya despierto después del
arranque, enseña por sí mismo, descubre, lleva al pensamiento o facilita su
apertura. Descubre, así, la necesidad de la reflexión y la toma de contacto con
discursos previos que movieron su energía en el estudio del ser humano y su medio,
en el análisis de la marcha de la historia para extraer de él enseñanzas
prácticas.
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