España se encuentra
hoy en una situación más frágil que antes de la crisis. Nada de lo que nos
llevó a esa fragilidad se ha modificado, al contrario, se ha intensificado y se
ha perdido la oportunidad de la coyuntura internacional para operar los cambios
necesarios en nuestro modelo productivo. España ha desaprovechado el
crecimiento motivado por el bajo precio del petróleo y las políticas del BCE,
perdiendo una década que posiblemente nos costará otra más. El mundo sigue
inundado de deuda, nunca antes tanto como ahora, y el peligro de un colapso
financiero sigue latente en una coyuntura en la que el capital mantiene intacta
su crisis de acumulación que intenta resolver y desplazar, de nuevo, por la vía
de la financiación Hoy España está más endeudada, ingresa menos y las familias
tienen menos capacidad de ahorro que antes de la crisis: en 2017 los créditos
al consumo demandados en España –con altas tasas de interés- duplicaron la
media de la zona euro.
También argumentan
que el problema reside en la debilidad del carácter que tienen los parados y
trabajadores, de ahí que “salir de la zona de confort” se convierta en la
palanca ideológica con la que trasladar el riesgo estructural a la falta de
actitud individual. Una idea muy extendida entre los patronos y los
intelectuales liberales del siglo XIX. Sin embargo, el problema no se ubica en
la dejadez y falta de activación de las personas desempleadas, toda vez que
según datos del INE, el 93% de las empresas declaran no contratar a nadie
“porque no les hace falta”; una percepción que respaldan los datos ofrecidos
por Eurostat, cuando coloca a España en la cola de la vacantes de empleos no
cubiertas y entre los países con los costes laborales más bajos. Tampoco es
cierta la máxima donde se afirma que “la mejor política es crear empleo”, -España
se encuentra por debajo de la media de la UE-, ya que de ser así, Rumania, que
es líder en creación de “empleo”, sería quien disfruta de mejores políticas
sociales. Según la Comisión Europea, casi la mitad de la población europea no
cuenta con las capacidades digitales básicas para afrontar las transformaciones
venideras y en el caso de Rumania esta cifra se eleva al 70% de la población.
La clave para
desencallar esta situación se encuentra en el mercado de trabajo. Desde esta
perspectiva, la precariedad se explica por el exceso de derechos que tienen los
trabajadores indefinidos frente a los temporales y las dificultades que
encuentran los inversores en las rigideces salariales; así pues, se debe
igualar a la baja en derechos y democratizar la precariedad. Tras años de
reformas laborales en esa dirección, los contratos temporales son cada vez más
temporales (el 43% no supera el mes, el 28% no supera la semana) y solo un 8%
se convierte en indefinido, pero el 40% de los contratos indefinidos no supera
el año. La precariedad no es un bache a corregir.
El 10% de la
población con más riqueza pasó de acumular un 44% de la riqueza en 2008 al 53%
en 2014, mientras los salarios de los más pobres cayeron un 30%. Los pobres más
pobres y los ricos más ricos; hay que invertir ese proceso y garantizar derechos
de existencia, es decir, avanzar hacia derechos incondicionales por el simple
hecho de existir. No hay otra alternativa si queremos tener futuro distinto al
paro crónico, la exclusión, la falta de reconocimiento y el sentido de
inutilidad. Hay que derogar la reforma laboral y exigir la implantación de la
RENTA BASICA. Y como estas medidas nos, nos las dejaran imponer nos encontramos
qué:
Quieren sustituir los ciudadanos por súbditos. El poder quiere
súbditos “profesionales”, de eso no hay duda; borregos que no piensen, que no
alteren el funcionamiento de su democracia. Para eso la monarquía es la mejor
expresión medieval de sociedad… NO HACE FALTA COMENTAR LO ACONTECIDO EN LOS
ÚLTIMOS AÑOS CON LA LEY “MORDAZA”: la ley de reforma laboral, las leyes de
deshaucio, el encarcelamiento de políticos por llamar a votar, por poner urnas,
por luchar por los derechos, por plantear la función de la monarquía e imponer la
legalidad republicana como sinónimo de libertad. Como dijo Bertolt Brecht ‘A
los hombres futuros’ en poesías escritas durante el exilio` Verdaderamente,
vivo en tiempos sombríos.
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