“Las
fronteras de las nuevas entidades políticas-económicas, en las que se intenta
preservar las funciones de la soberanía del Estado, no están ya situadas en los
límites de los territorios; están dispersas por todas partes, allí donde se
efectúa, o se control, el movimiento de las informaciones, de las personas y de
las cosas…” [Etiienne Balibar]
Uno
de los pocos recuerdos de mi niñez era cuando los “Hermanos de la Salle” nos llevaban a
Rostrogordo de excursión, allí mientras jugábamos los tanques hacían maniobras.
Aún me viene a la memoria lugares como Seganga o Nador; o como correteábamos
por el Gurugú mientras los legionarios transitaban hacia el cuartel. De aquello
ya no queda nada. Y de la vida en Melilla, esa ciudad intercultural, donde las
tres culturas coexistían tampoco. Los niños entremezclados en el Parque
Hernández entremezclábamos cromos.
Hoy
en el monte Gurugú, ese monte que divisiva la ciudad, se hacinan miles de
subsahariano que esperan saltar la Mar Mediterránea para acabar como un “Sin”
en el paraíso capitalista, o bien sucumbir en el gran cementerio en que se ha
convertido la Mar. Pero antes sucumben y son explotados por mafias o por las
cuchillas de una frontera artificial.
Esa España que iba desde Seganga a Nador ya no existe, lo que existe es una
inmensa valla electrificada y la orden de la devolución.
Desde
Occidente, desde la UE hablamos de
números y no de personas utilizamos
la estadística para esconder nuestra hipocresía (perdón, mejor hablar de una
manera antropocéntrica y decir blancura, por lo del hombre blanco). Es mejor criminalizar al que huye. O mejor como
dice la profesora Adela Cortina
hablemos de odio, de odio al pobre (Aporofobia). Mientras tanto escondemos
en una caja fuerte la realidad, y construimos una realidad virtual.
En
África ya no se habla de Lubumba, ni
de Franz Fanom y a la violencia de los oprimidos se le
denomina terrorismo. Hay que crear
“fronteras” artificiales o virtuales para evitar una nueva invasión de
los bárbaros que pueden destruir nuestra civilización. En África existen otros
héroes que llevan turbantes y barbas. Héroes que imponen un absolutismo
teocrático, pero qué casualidad son armados por Occidente.
Nadie
habla de la realidad, de lo que verdaderamente existe. ¿Cómo es posible que uno
de los primeros países donde triunfó el
islamismo radical fuera uno de los primeros que en Africa se reivindicaba
del socialismo Árabe? Algo habremos
hecho mal cuando por conseguir un mineral como el Coltan hemos dejado que desaparezcan dos países en una guerra
planificada por multinacionales.
Hoy
más que nunca está de actualidad las tesis de Rosa Luxeburg, sobre todo el capítulo titulado el Militarismo: “El militarismo tiene una función en la
historia del capital. Acompaña todas las fases históricas de la acumulación. Es
lo que se denomina la “acumulación primitiva”, es decir al principio del
capitalismo europeo, el militarismo juega un papel determinante en la conquista
del Nuevo Mundo y de los países productores de especies, las Indias; más tarde,
sirve para conquistar las colonias modernas, para destruir las organizaciones
sociales primitivas, y para apropiarse de sus medios de producción….” Hoy
día dicha acumulación se vuelve a dar, y aunque no es el tema un economista
como David Harvey la denomina acumulación por desposesión. Una
acumulación que se da tanto en la metrópoli como en los países del Tercer
Mundo. Y si no que es el austericidio
que supone la miseria y la tercerización de todo el Sur de Europa que ha
supuesto el retroceso de derechos sociales y una devaluación competitiva que
supone una bajada de salarios brutales que nos retrotraen a períodos de los
sesenta, con una pérdida de un 20% del salario.
Queda
en el tintero la destrucción de países. Sólo pondré por ejemplo como con la derrota del estalinismo, la UE el FMI y
la burocracia de Yusgolavia se lanzan en una guerra fratricida despertando
viejos monstruos y un nacionalismo exacerbado (apoyados bien por Alemania, bien
por el Vaticano o los USA), se destruye el modelo autogestionario y
multicultural de Tito. El objetivo
se cumple. La exYougoslavia se convierte en una serie de países dependientes o
en protectorados y se produce una
acumulación por desposesión mediante la desaparición de la propiedad social. Y al mismo tiempo la península balcánica se
convierte en el portaviones para asaltar todas las materias primas de Rusia y
para evitar el renacimiento de aquella como potencia.
Podíamos
hablar sobre otras realidades que hacen que aquellos seres humanos, con cultura
milenaria, se conviertan en víctimas y caigan en manos de mafias de camino al
paraíso occidental donde se convertirán en los
“sin”. Pero tan solo hay que lanzar una pregunta que quizás habría que
contestarse: ¿Cómo es posible que el
Yihadismo radical se haya implantado en todos aquellos países donde triunfó en
la década de los cincuenta el socialismo árabe?
Javier Méndez-Vigo `[Artículo publicado en Tribuna Socialista, Junio 2015]