domingo, 3 de mayo de 2020

CORONA VIRUS Y LA LUCHA DE CLASES

Los números de muertos por el Corona virus son Razón de Estado, por lo cual, todas las administraciones, empezando por China, pasando por Europa y llegando hasta América, cocinan las cifras a su antojo, y hoy la población no les cree nada de lo que digan. Cifras de víctimas que son el resultado de una ecuación política que pone y resta víctimas, como quien retira dos patatas, que sobrepasan el kilo y así ajustarse a la oferta del día. Obvio que esto que mencionamos ha de ser catalogado de bulo, pero es cuestión de realizar un simple seguimiento del descontrol numérico de las conferencias de prensa, y descubrir el grado de desajustes, a ojos de buen cuero, de la suma de administraciones, que, incluso luego de haber aunado criterios estadísticos, sigue sin estar claro. con ricos cada vez más ricos y pobres de morir, con la natural anuencia de los parásitos del poder que dan soporte a la explotación laboral y humana en general, y que da por resultado la incapacidad global de hacer frente unidos a la desaparición de nuestra especie en pos de seguir engordando las arcas de los de siempre.
Hoy en día, tras la Revolución tecnológica, la situación ha cambiado bastante. La robótica y la automatización de procesos ha dado lugar a un enorme aumento de la producción con muy poca mano de obra. Los grandes empresarios y corporaciones han visto como, a la vez que reducían sus costes, aumentaban sus ganancias. Esos beneficios, además, no se reinvertían en el circuito productivo, sino que se derivaban hacia la especulación financiera que reportaba mayor lucro. De este modo, mientras se destruye el tejido productivo generando desempleo se aumenta la concentración del capital generando endeudamiento a los más pobres.
En 1976 España fue el país en el que se produjo el mayor número de huelgas en toda Europa. La clase obrera emergía en el tardo franquismo como una fuerza temible para los poderes reales. Y el ejemplo de la Revolución de los Claveles en Portugal estaba demasiado cercano. Aquel gran acuerdo económico blindaba el bloqueo de los salarios y apuntaba a una estrategia de precarización del empleo que el Estatuto de los Trabajadores y las reformas laborales posteriores confirmarían. Ni el contexto global y europeo, ni la situación del país se parecen a la de entonces.
La pandemia ha sido y está siendo un dramático abreojos de masas, una lección de economía política que está aflorando en carne viva las contradicciones y límites del sistema. La sanidad privada, la Unión Europea, son algunos de los dispositivos e instituciones, hasta ahora sacrosantos, que la crisis ha dejado desnudos. El coronavirus es el síntoma, la enfermedad se llama capitalismo, El movimiento obrero no tiene en nuestros días la fortaleza que tuvo antaño y los movimientos sociales parece que atraviesan una fase de debilidad. Pero aun así el poder no las tiene todas consigo. Sabe que un hondo malestar empapa la sociedad y teme que, en las galerías de esta guerra social no declarada, se esté fraguando una revuelta de proporciones inauditas. Y sabe también que donde hubo candela rescoldo queda. Y que la candela del 15M o de las Marchas de la Dignidad fue muy grande y pervive todavía en la memoria colectiva.
El pueblo no come cuentos. Esa es una expresión común en América Latina para denunciar los enredos del poder, los relatos que ocultan la realidad. El pueblo no come banderas, pero tampoco promesas. Necesitamos construir una amplia alianza social, un movimiento popular a la altura del desafío histórico. Necesitamos sustraernos a la inercia que subordina y sateliza toda la creatividad social a la burbujita de la representación política. Tenemos que adentrarnos en las viejas galerías del “viejo topo”. organicemos con otros muchos los chalecos de la transformación social, el estallido social en ciernes. Es el tiempo de la lucha de clases.