El
capitalismo nos mandata a tener desconfianza de los demás, de los mundos
comunitarios y colectivistas. Pues esto les conviene para seguir manteniendo
sus minorías privilegiadas y las jerarquías de unos sobre otros, esta falsa
idea de búsqueda de la felicidad, lo que se impone día a día, sobre todo en
estos pueblos devastados por los efectos perversos del capitalismo, es el
dolor. Sí, el dolor es lo más real. El dolor de los más pobres y marginados. De
las más pobres y marginadas. De las niñas y los niños a quienes se les arrebata
su derecho de soñar. Quienes cargan en sus espaldas con la mierda generada por
los de arriba son los pobres, siempre son los pobres. Los de arriba generan
guerras de pobres contra pobres, inyectan la ideología de querer ser como el
opresor, con sus valores egoístas e individualistas, con estas condiciones nos
encontramos con un informe de la CE.
El
Informe que la semana pasada presentó la Comisión Europea sobre Empleo incluía
un apartado sobre pobreza en la UE que pone los pelos de punta. A pesar de una
leve mejoría general, los indicadores utilizados ponen de manifiesto que el
ascensor social sigue averiado y sin fecha prevista de recuperación y que “lo
social” mismo se ha convertido en un lodazal que empuja a la ferocidad para
salvarse de la quema. Muy pocos y pocas de los que cayeron en el pozo de la
pobreza o la exclusión a resultas de la crisis del 2008 han recuperado la
situación anterior. Entre los datos escalofriantes constan los siguientes:
1) A pesar de una disminución en el número de
personas expuestas al riesgo de pobreza o de exclusión social, la proporción
sigue en ritmos críticos o severos en algunos países. Más de un tercio de la
población en Bulgaria, Rumania y Grecia (situaciones críticas) estaba
considerada como expuesta, con un marcado aumento para Rumanía en 2016. Esta
proporción era también notablemente superior a la media de la Unión en Italia,
Lituania, Letonia, España, Croacia y Chipre. En una perspectiva de largo plazo,
una sensible bajada en relación a 2009 se ha observado en Letonia, Polonia,
Bulgaria y Rumania, mientras que el riesgo de pobreza o exclusión social es
claramente más elevado en Grecia, Italia, Chipre y España:
2) La parte de la población de la UE amenazada
de pobreza monetaria se ha estabilizado en 2015 y 2016. A nivel de los estados
miembros la tasa ha disminuido o permanece estable en 17 estados miembros. En
los otros países, las alzas más importantes (alrededor de un punto o más) se
han observado en Luxemburgo, Países Bajos (ambos países conservan riesgos de
pobreza relativamente débiles), en Italia y en Bulgaria. Si se examinan los
niveles, los estados miembros que presentan una mayor proporción de población
en riesgo son Rumania, Bulgaria y España (22% o más). Entre tantas otras cosas
más, el Informe destaca que el riesgo de pobreza se incrementa sustancialmente
entre las personas con trabajo autónomo y con contratos atípicos.
Este
que es nuestro país de fábula se lleva todas las collejas en este campo.
Absolutos campeones de las peores lacras del capitalismo senil y cutre que
gobierna nuestro país. Nótese que también en esto de los modelos de capitalismo
hay sus diferencias y, mire usted por donde, nos ha tocado convivir entre la
caspa del casino del pueblo y la gomina de los nuevos tiburones cosmopolitas.
La
conclusión más evidente de los datos que hemos mostrado hablan de un
crecimiento desconocido de la desigualdad entre países y en el interior de los
mismos; de que el crecimiento económico que ha comenzado a vivirse en las
economías europeas desde 2014 no consigue revertir la tendencia a un incremento
de las diferencias sociales; que tiene un impacto muy limitado para conseguir
sacar a la población empobrecida durante la crisis de su situación de
exclusión; que aprovecha de manera muy desigual a los distintos sectores
sociales concentrándose en la parte alta de la escala social los mayores
beneficiarios del mismo; que la “normalización” y extensión de lo que hasta
ahora eran trabajos atípicos pone de relieve que el problema de fondo se
encuentra en el modelo económico dominante; y que el empleo no es ya una fuente
de integración y promoción social: el crecimiento de los “trabajadores pobres”
(casi un 14% en España) muestra esa dimensión brutal de un sistema económico basado
en el expolio y la privación. Hoy resulta difícil imaginar una sociedad
democrática que coexista con elevados niveles de desigualdad. La crisis y la
salida a la misma ha construido un sistema de exclusión estructural: cada vez
menos personas están llamadas a pertenecer a la categoría de “integrados”, esa
que era una aspiración plausible hasta hace no tanto. En España poco más de un
tercio de la población puede situarse en niveles de integración plena. El resto
pena entre la integración precaria y niveles severos de exclusión. Nuestra
querencia por la igualdad y el sufrimiento social producido por la crisis ha
incrementado –dicen las encuestas- nuestra empatía y nuestra preocupación por
los otros. Hoy no podemos perder de vista esta situación, la cólera de los
excluidos puede manifestarse de muy diferentes maneras y la característica más
señalada de nuestros tiempos es la incertidumbre.