jueves, 23 de abril de 2020

Covid-19 y Renta basica


El primer factor en la sorpresa es el sanitario. Hace décadas que los países industrializados no sufrían una epidemia similar. La rauda expansión mundial de la pandemia no es ajena al crecimiento exponencial de viajes en un mundo independiente. Y no se da en un contexto de optimismo. A diferencia de otras épocas, como la añorada post Segunda Guerra Mundial, existe una impresión de crisis que impregna lo cotidiano y una sensación de fin de época, incertidumbre y agotamiento de la civilización que tensa los nervios de todas las clases sociales.
La crisis del coronavirus ha reabierto el debate sobre las ‘crisis’. ¿Segunda parte de 2008? ¿Repetición en un nuevo contexto de la Gran Depresión? ¿Cuestión de semanas y vuelta a la vieja normalidad? ¿Contingencia biopolítica por fatalidad arbitraria e incontrolable? ¿Inaplicación del principio de precaución? El desconcierto es enorme y la crisis poliédrica. Elaborar salidas efectivas, y abrir caminos alternativos al abismo, requiere hacerse las preguntas adecuadas, ser realista y no incurrir en el pensamiento mágico.
El capitalismo sufre una crisis de rentabilidad crónica, en la que es incapaz de recuperar estable y suficientemente la tasa de ganancia para poder impulsar un ciclo largo de acumulación y una nueva ‘edad de oro’. A la destrucción del tejido productivo, provocada por la crisis de 2008, no le ha sucedido una etapa vigorosa. La productividad tiende al estancamiento y las tasas de crecimiento de los principales países han sido bajas y basadas en el asalto a nichos previamente no mercantilizados (bienes comunes y sectores públicos) y en una desvalorización salarial sin precedentes desde los años veinte. Las recetas aplicadas después de 2008, ante el apalancamiento público y privado, por el FMI, el Banco Mundial, la FED y la UE han fracasado pues se basaban en la misma lógica. Las deudas soberanas nuevamente se han disparado y las privadas son elevadas. Las empresas en China, la UE y Estados Unidos están endeudadas –especialmente el mar de pymes zombies–. Las maniobras de recompra de acciones por las empresas, los ataques de los fondos buitre, la arriesgada especulación de los inversores institucionales, el incontrolado reparto de dividendos y las fugas de capitales han llevado al caos. ¿Cómo es posible que, pese al aumento de la masa de beneficios y su mayor peso en la renta, la lógica de acumulación capitalista esté en crisis? Quizás porque desde 2008 la política económica se ha limitado a preservar el valor de los activos financieros mientras ve decrecer la tasa de beneficios.
¿Para qué, pues, jugarse el tipo? Para que las personas todas, sin denominación de origen, sean la medida de todas las cosas. Para que la salud sea un derecho positivo inalienable en el marco de una Sanidad con mayúscula, pública, gratuita, universal, competente y dotada. Para que la crisis económica derivada del impacto de la epidemiológica no se convierta en otra pandemia social. Para que los derechos y libertades sean los valores insoslayables que informen una democracia que haga honor a su nombre. Para que los cuidados y los respetos de tod@s y para tod@s se la ley suprema de la comunidad. Para que las generaciones futuras no hereden un planeta devastado por la codicia de imperativas empresariales, financieras, comerciales o estatales. Para que ningún ser humano carezca de lo necesario. Sencillamente: para que podamos mirarnos al espejo sin avergonzarnos. Cambiar el Mundo, recuperar la Vida.
La Renta Básica Universal necesita un retorno al estado. Sin una mínima intervención y planificación económica no tiene sentido poner en marcha una renta básica. Es curioso como las palabras “planificación” e “intervención” económica producen un miedo terrible en el subconsciente de la gran mayoría de la gente y cómo hemos asumido que planificar la economía genera pobreza y subdesarrollo.
Un escenario de renta básica, por tanto, precisa de un nuevo pacto social que equilibre la balanza hacia el otro lado. Producir el acuerdo de que ninguna persona puede ser excluida de los beneficios producidos por la sociedad. Esto requerirá, de primeras, una reforma fiscal que, entre otras medidas, persiga de forma efectiva la evasión y ilusión de impuestos (que paguen los impuestos que huyen los más ricos); una recuperación de sectores estratégicos por parte del sector público; y una batería de nuevos derechos sociales y blindaje de los ya existentes; abrir un proceso constituyente empezando por eliminar la estabilidad presupuestaria del artículo 135, y volver a plantear (que no romper) la relación con la UE. Pero esto son otras cuestiones que hay que tratar aparte.