1989 caía el
Muro de Berlín. Comenzaba la reescritura de la historia por parte de la
Burguesía. Se comenzaba a acallar las luchas, empezando por la misma Alemania.
Nunca hubo “reunificación”. Las masas cuando salieron en la RDA lo que pedía
además de la unidad alemana no era otra cosa que la profundización de las
conquistas sociales y más democracia directa. Lo que si hubo de verdad, que a
la sazón el canciller H. Kolh inició
el camino de la “anexión” de la RDA y la privatización
de la propiedad estatal. Y mientras tanto Alemania Federal tuvo el beneplácito,
por parte de la UE, para no cumplir con el déficit durante varios años.
Vendrían después las “guerras balcánicas”
y la desintegración de la Yugoslavia
de Tito. Y de nuevo la “reestructuración
capitalista” pasaba por la apropiación privada de la propiedad social de las distintas repúblicas de la Federación.
En Occidente
Fukuyama hablaba del
“Fin de la Historia”. El
capitalismo salía triunfante y la izquierda se quedaba desarmada. Mientras los
“nuevos filósofo” en vez de llevar a cabo una crítica de la izquierda, inician
un asalto a la ideología marxista. ¡No había de quedar nada! El culpable ya no
era Stalin sino que había que terminar con Marx [causalidades de la vida, este
demonio desaparece del currículo de la LOMCE]. El “gran relato” había de
desaparecer y el “post” hacía su
aparición en la filosofía para devenir un pastiche. Pero si abandonamos el gran
relato, si abrazamos el “post” y sin encima nuestra crítica a los regímenes
stalinistas se ha basado en “culto a la personalidad” introducida por
el filósofo L. Althusser nos
ocurrirá que caeremos en explicaciones psicologistas y abandonaremos el método
marxista del materialismo histórico.
Resistencia y Formación
Ha sido
tiempo de resistencias, de recuperación de la memoria y de formación. Como
decía Spinoza “no se trataba ni de
reír ni de llorar, sino de comprender”. Y para una generación que nos
impregnamos de un “marxismo abierto”
esto es fundamental. Recuerdo que uno de los libros que más influyó en nuestra
generación fue el de E. Mandel, “El capitalismo tardío”. Un libro que nos
devolvió al método de la economía marxista. Donde aprendimos como se
desarrollaba el capitalismo contemporánea y hacia donde caminaba. Donde nos
enseñaba la “estructura del mercado capitalista” Y por qué y cómo se producen
las crisis periódicas de dicho modo
de producción. Pero también era necesario volver a leer a los clásicos y
fundamentalmente a Leon Trotsky. Era
el momento de leer sus análisis económicos y sobre todo sus análisis de la
sociedad soviética. Es en dicho momento, ya en el inicio del Siglo XXI cuando
cae en mis manos un párrafo “clarividente”
de su última obra donde de manera profética sentencia: “La caída del régimen soviético provocaría
infaliblemente la de la economía planificada y, por tanto, la liquidación de la
propiedad estatalizada. El lazo obligado entre los trusts y las fábricas en el
seno de los primeros, se rompería. Las empresas más favorecidas serían
abandonadas a sí mismas. Podrían transformarse en sociedades por accione o
adoptar cualquier otra forma transitoria de propiedad, tal como la
participación de los obreros en los beneficios. Los koljosses se disgregarían
al mismo tiempo, y con mayor facilidad. La calidad de la dictadura burocrática
actual, sin que fuera reemplazada por un nuevo poder socialista, anunciaría
también el regreso al sistema capitalista con una baja catastrófica de la
economía y la cultura” [Leon
Trotsky, La revolución traicionada,
220)
Análisis
profético antes de morir asesinado. Pero la realidad supera normalmente las
conclusiones teóricas. Como así nos relata Ted
Grant en su impresionante historia
de la Unión Soviética [Rusia. De la
Revolución a la contrarrevolució] donde analiza todo el periodo de la Perestroika
y el papel de las reformas de Gorbachev:
“El programa de desnacionalización
empezó, lógicamente, con los pequeños talleres y lo que hoy en día se llama el
sector de servicios… La desnacionalización de las empresas más grande empezó en
1992 cuando acciones de 18 empresas fueron “vendidas” a cambio de vales de
privatización, que fueron regalados a cada ciudadano ruso. Sobre el papel,
durante 1993 se privatizaron de esa manera 8.010 empresas medianas y grandes.
Entre todas ellas, emplean 8,3 millones de obreros, dos quintas partes de la
fuerza de trabajo manufacturera en Rusia”. A todo esto habría que añadir
las políticas de Ajuste estructural implementadas por el FMI con respecto a Rusia y demás países del bloque soviético; que
convierten a esta institución en una de las mayores responsable en el retroceso
económico, social y cultural de todo el bloque.
Tiempo
también de formación de leer y releer Filosofía marxista. Cayendo en mis manos
uno de esos libros que uno no suele dejar porque se convierte en fuente de
investigación constante. Con la ocasión de celebrar el 150 aniversario del
libro “Dialéctica de la Naturaleza”
el pensador marxista y dirigente político Alan
Woods escribe “Razón y Revolución”
donde sienta los cimientos de la filosofía marxista en un diálogo con las
ciencias contemporáneas. Libro que profundiza el pensamiento de Marx y Engels
delimitando las diferencias de la filosofía marxista con respecto al
espiritualismo y a ciertos reduccionismo, como el “darwinismo social”, base
ideológica del neoliberalismo
Es la Política económica Idiotas
Para el
neoliberalismo triunfante el capitalismo es el paraíso, el fin de la historia.
Las clases han desaparecido, solo existe el capital. Menuda ironía, considerar
al trabajador como capital humano;
para poco después decir que como “capital”[humano] ha de arriesga en el
mercado, como hace el capital. Pero a continuación defender que, como capital
[humano], si no arriesga es un vago y culpable de su situación
Volvamos a
los clásicos, volvamos a los escritos sobre economía de Leon Trotsky. Pero lo primero y fundamental recuperemos la
terminología marxista. El capital no compra el trabajo, “lo que compra es la capacidad de trabajo” de un ser humano. Y a
dicha capacidad se le denomina fuerza de trabajo.
Ya Mandel en el libro citado nos dice que el capital
funciona gracias a las crisis que él mismo provoca. Mandel acepta las tesis de Kondratieff y nos habla de las Ondas largas. No es cuestión de
adentrarnos en estas cuestiones. Tan solo decir con Leon Trotsky que lo que
interesa de las crisis es la cuestión política: “los efectos políticos de una crisis (no solo
la extensión de su influencia sino también su dirección) están determinados por
el conjunto de situaciones política existente y por aquellos acontecimientos
que preceden y acompañan la crisis, especialmente las batallas, los éxitos o
fracasos de la propia clase trabajadora, anteriores a la crisis” El
capitalismo siempre funciona a base de auge, depresión y crisis, desarrollando
ciclos de recesión, estancamiento y auge.
Pero el
marxismo no puede quedarse en este tipo de mecanicismo y reduccionismo. Lo
importante es el factor subjetivo y la curva
del desarrollo capitalista puede moverse hacia arriba o hacia abajo. Trotsky tenía en mente que la crisis es consustancial
al sistema económico del capitalismo. No puede vivir sin ella:
“La alternancia de las crisis y los booms,
con todos sus estados intermedios, constituye un ciclo o uno de los grandes
ciclos del desarrollo industrial. Cada ciclo abarca un período de ocho, nueve,
diez, once años. Si estudiamos los ciento treinta y ochos últimos años,
percibimos que a este período corresponden dieciséis ciclos. A cada ciclo
corresponde, en consecuencia, poco menos de nueve años: ocho años cinco
octavos. Por razón de sus contradicciones interiores, el capitalismo no se
desarrolla en línea recta, sino de manera zigzagueante: ora se levanta, ora
cae. Es precisamente este fenómeno el que permite decir a los apologistas del
capitalismo: “Desde que observamos luego de la guerra una sucesión de booms y
crisis, se desprende que todas las cosas están trabajando juntas para lo mejor
del capitalismo. El hecho de que el capitalismo continúe oscilando cíclicamente
luego de la guerra indica, sencillamente, que aún no ha muerto y que todavía no
nos enfrentamos a un cadáver. Hasta que el capitalismo no sea vencido por una
revolución proletaria, continuará viviendo en ciclos, subiendo y bajando. Las
crisis y los booms son propios del capitalismo desde el día de su nacimiento;
le acompañará hasta su tumba”
Lo que
sucede es que el capitalismo- en su actual etapa senil y decadente- cada vez
ahonda más profundamente en la barbarie y además poniendo ya en peligro no solo
a la clase trabajadora sino a la especie humana y al planeta.
* Artículo publicado en la UNED (Vila-Real)
JAVIER MÉNDEZ- VIGO HERNÁNDEZ
Doctor
en Filosofía
BIBLIOGRAFÍA
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contrarrevolución Fundación Federico Engels. Madrid
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Vilmar, F., Guittard G. (1999), La face cachée de
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Woods, Aland (20029, Razón y Revolución Fundación Federico
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