La
clase obrera surge de la división del trabajo, siendo ésta una
visión histórico-materialista del hombre que sale al mundo exterior
para satisfacer el deseo de relacionarse con los demás y que el
marxismo denomina conciencia social, pero el hecho clave de la
división de clases, estaría en los tres hechos que conforman la
división del trabajo- Distribución
desigual del trabajado y sus productos. -Aparición de la propiedad
privada. -Formación de las clases sociales, siendo este aspecto el
que más me interesa para la definición, porque a raíz de la
formación de clases sociales surge la conciencia de clase, que da
lugar a la aparición y definición exacta de clase obrera.
Se amplia los factores de identificación que ha tenido a lo largo
de la historia humana, en la conciencia de grupo social pueden
distinguirse los intereses objetivos y subjetivos que envuelven a una
determinada clase social, dando lugar al mismo tiempo a la lucha de
conciencias de clases que incluyen dinámicas de defensa, ataque y
creación de condiciones sociales propias de una sociedad clasista y
estratificada, característica central del capitalismo. A partir de
la revolución industrial esta lucha de clases tal como nos explica
el marxismo más tradicional tiene un matiz económico muy
importante, ya que la división de clases que se da es entre la
burguesía que posee los medios de producción y la clase obrera que
vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario.
El
neo liberalismo. Conforme a esta concepción, los espacios ocupados
por las Instituciones debían ser reducidos y sometidos a los
imperativos de los mercados, dada la intrínseca ineficiencia con que
operan aquéllos y la consustancial racionalidad que caracteriza a
éstos. Son los mercados —y no los Estados a través de las
políticas redistributivas—, operando sin o con las mínimas
restricciones, los que asegurarían el objetivo de la equidad social,
mientras que los espacios públicos quedarían confinados a un papel
subsidiario y subordinado. Se afirma, además, que la desigualdad es
el inevitable resultado de la dispar capacidad (productividad) de los
“servicios” productivos. No sólo cada uno recibe lo que merece,
es recompensado por el esfuerzo que realiza y por el capital humano
que atesora; asimismo, los grupos que acaparan la mayor parte del
ingreso son también los que más ahorran, con lo que también desde
esta perspectiva se sostiene que la desigualdad estimula el
crecimiento. El círculo se cierra, pues éste contiene y resuelve la
agenda social.
No
hay imagen más lastimosa que la de grupos de trabajadores de
medianas y grandes empresas, de médicos, de funcionarios, de
profesores… por nutridos que sean, manifestándose a la puerta de
su lugar de trabajo un día sí y otro también, así como la de
centenares de mineros y agricultores marchando a pie por la
carretera, de miles de estudiantes corriendo delante de los
antidisturbios en la ciudad, de desahuciados resistiendo empujones de
la policía. Lastimosa porque son acciones sectoriales y
desconectadas entre sí. No se aprecia –salvo que esté equivocado-
el progreso de un movimiento sindical, político y asociativo
unitario que avance decidido por el camino de poner fin pronto a esa
situación. Si se tiene millones
de euros en Suiza sin justificar, queda automáticamente a
disposición del juez hasta que los justifique; si hay que pagar
impuestos para salir de la crisis, que no salga del IVA de los
productos básicos, sino en primer lugar de las grandes fortunas y
luego de forma descendente hasta el último contribuyente. Si
hoy es legal desahuciar, basta con que mañana deje de serlo: el
banco se pone a la cola de los afectados por la hipoteca hasta que el
dueño del piso –que permanece en éste- disponga de un trabajo y
pueda pagar lo que debe; si se propone un ERE en una empresa, el
empresariado y el accionariado responden con sus recursos antes de
que los trabajadores lo tengan que hacer con sus puestos de trabajo;
si falta dinero para las pensiones, escuelas y hospitales, se saca
del ejército, de las SICAV, los fondos de inversión, la casa real,
etc...
José
María Domínguez