sábado, 21 de abril de 2018

¿Que Reforma?


Que la reforma del Código Penal de PP, abría la puerta de la prisión para disidentes y críticos con el sistema. Puede ser terrorismo casi cualquier protesta que intente cambiar el orden establecido, desde el 15M o el 25S. El Estado en manos del PP ha puesto en marcha una campaña mediática y judicial para hacer creer que el secesionismo es violento. Eso permite deslegitimar su lucha y encarcelar preventivamente a sus líderes como peligrosos golpistas y juzgarlos luego como rebeldes para que les caiga la pena máxima. La idea perversa es acabar con un movimiento social masivo por la vía penal, en lugar de escuchar sus demandas. La idea es exasperarles para que entren en la violencia que justifique más represión. Lo hicieron con el 15M o las Marchas de la Dignidad, compararlos con ETA. Es un insulto a las víctimas del terrorismo y a este país que lo ha sufrido, equiparar tiros en la nuca y bombas con un corte de carretera, el vandalismo con un coche patrulla o el bloqueo de un edificio para impedir que entren las fuerzas del orden. También resulta aberrante pedir hasta 62 años de cárcel por delitos de terrorismo para los acusados de dar una paliza en Alsasua a dos guardias civiles y sus parejas. Incluso los informes policiales hablaban de delito de odio o atentado contra la autoridad. Después se ha construido una causa en la que se les acusa de formar parte de la estrategia de ETA de echar a la Guardia Civil de la zona. Aunque tuvieran esa motivación, un altercado en un bar de madrugada no es un acto premeditado de una banda organizada para infundir terror. Al revés sí está pasando, el Estado metiendo miedo a los grupos que le incordian: separatistas, comunistas, subversivos…
El problema es que defender a los corruptos propios, se lo toman como una labor natural, cuando es desde todo punto de vista, una incoherencia entre los postulados que dicen defender (para engañarnos a los votantes) y la actitud que practican. Que el presidente, muy cuestionado por los famosos sobres, cuestionado por defender a los corruptos de sus propias filas, y su liviandad para con los que cometen actos impropios de funcionarios públicos en sus filas, parece que no se percatara que el mismo alienta el desorden, el mismo se desautoriza, así como pervierte el orden institucional que dice representar. Casi parece ser todo, una gran obra de teatro permanente. Un presidente que luego reclama el respeto a la constitución por parte de los catalanes que se quieren independizar, por lo cual, resulta muy difícil de comprender que quién se desautoriza a sí mismo, -no actuando con determinación y con tono ejemplarizante frente a los hechos que ensucian las instituciones-, esté capacitado para reclamar decencia a los demás, cuando no lo practica en su casa. Muchos independentistas lo son, en virtud de grado de desazón que genera esta España que es gobernada por un partido cuestionado permanentemente por su indecencia colectiva en sus filas. Del PP, no se puede pedir otra cosa que no sea hipocresía y mentira.
La mayoría de las conquistas sociales y políticas a lo largo de la historia, lo han sido con lucha y protesta, con sudor y lágrimas, muchas de ellas partiendo de ilegalidades, que no es el caso. Y viene a cuento tras la liberación de la activista de los Comités de Defensa de la República, a quien le imputaban delitos de terrorismo y rebelión, por manifestarse en el procés en Catalunya. A este paso, faltan poco para que acusen de terrorismo a los pensionistas, que defienden el futuro de las pensiones. ¿Terrorismo y rebelión, por protestar? El Gobierno ha perdido la razón, algunos jueces el sentido de la justicia y la ciudadanía nuestros derechos.  La democracia no consiste solamente en participar en un periodo de tiempo determinado, votando en elecciones generales, autonómicas y municipales. La democracia es participación, y cuanta más participación, mayor calidad adquiere el Sistema. La Constitución mandata a los poderes públicos para que promuevan las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas, así como remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social. Cuando un gobierno no tiene la legitimidad de la mayoría social y además se desentiende de proteger y regular derechos que la Constitución promueve; la ciudadanía desprotegida adquiere la legitimidad para reivindicar sus derechos y anhelos para una vida digna, utilizando los medios que la sociedad y la imaginación le permita.
Todo está claro como la noche clara. Se ha subvertido el sistema democrático; se ha deteriorado el pacto social; se ha resquebrajado el consenso constitucional y la legitimación democrática se está utilizando en contra de la mayoría social. Se han roto las reglas de juego y se pretende que solo una de las dos partes las siga respetando. El sistema ha abandonado a la ciudadanía. Cuando se producen injusticias, es el tiempo de la reivindicación y la protesta, sin contemplaciones.


viernes, 20 de abril de 2018

INTRUMENTOS PARA COMPRENDER EL SIGLO XXI

En un artículo de 1925, Keynes exclamaba: "¿Cómo puedo admitir una doctrina que convierte en Biblia, sustrayéndolo a cualquier crítica, a un volumen caduco de economía política, que no sólo es falso desde un punto de vista científico, sino que ni siquiera tiene ningún interés, ninguna aplicación posible en el mundo actual?" 1/. Más recientemente, Jonathan Sperber, autor en 2017 de una biografía de Marx 2/, se muestra igual de categórico: "En la obra de Marx se encuentran pocas cosas que interesen a las tendencias de la economía o de la teoría económica de final del siglo XIX y del siglo XX." Pero otros piensan, por el contrario, que las aportaciones de Marx no están caducadas y que siguen siendo una referencia fecunda para la comprensión del capitalismo contemporáneo.
Aún situándose en continuidad con los clásicos (de Adam Smith a David Ricardo), la obra de Marx introduce una ruptura y deduce de su enfoque crítico conclusiones peligrosas para el orden establecido. Hacía falta pasar de la economía política a la ciencia económica y bifurcar hacia otro paradigma, por las razones claramente expuestas por John Bates Clark: "Los trabajadores, se nos dice, son permanentemente desposeídos de lo que producen [...] Si esta acusación tuviera fundamento, cualquier persona dotada de razón debería hacerse socialista, y su voluntad de transformar el sistema económico expresaría su sentido de la justicia". Por tanto, hay que "descomponer el producto de la actividad económica en sus elementos constitutivos, para ver si el juego natural de la competencia lleva o no a atribuir a cada productor la parte exacta de riquezas que contribuye a crear" 3/. Es la teoría del reparto, dominante hoy día.
En el libro II de El Capital, Marx expone sus esquemas de la reproducción 4/ distinguiendo dos grandes secciones: la sección I que produce los bienes de inversión y la sección II que produce los bienes de consumo. Describe las condiciones de reproducción, dicho de otra forma las relaciones que deben existir entre la producción de las empresas y sus mercados. Estas relaciones se expresan en valor de cambio, pero Marx insiste también en que la estructura de esta oferta debe corresponder a la demanda social en términos de valor de uso. Este enfoque de Marx está inspirado evidentemente en el famoso Tableau économique de François Quesnay 5/ que era, según decía, una "exposición tan simple como genial para su tiempo" 6/.
Aunque no partía de cero (podrían citarse también a Steuart 7/ o Sismondi 8/ entre sus fuentes de inspiración), se puede sostener que Marx es el fundador de la macroeconomía moderna. Así lo reconocía la keynesiana de izquierda Joan Robinson, por lo demás severa crítica de Marx: "Partir de Marx habría ahorrado [a Keynes] muchos problemas" 9/. Incluso Paul Samuelson, blanco favorito de Joan Robinson y también crítico caustico de Marx, lo reconocía así: "Todos habríamos ganado si hubiéramos estudiado antes los cuadros de Marx" 10/.

Las finanzas vistas por Marx

Pero el mejor homenaje es el de Wassily Leontief, en 1937: "[Marx] ha desarrollado el esquema fundamental que describe las relaciones entre las ramas de los bienes de consumo y de los bienes de equipamiento. Aunque no ha cerrado la cuestión, el esquema marxista sigue constituyendo una de las raras proposiciones sobre las que existe un amplio consenso entre los teóricos del ciclo económico." Y añade: "El análisis contemporáneo del ciclo económico se debe claramente a la economía marxista. Sin plantear el tema de la prioridad, no sería exagerado decir que los tres volúmenes de El Capital han ayudado más que cualquier otro trabajo a poner esta cuestión en el centro del debate económico" 11/.
Uno de los ingredientes de la crisis actual es la creencia de que las finanzas son una fuente autónoma de valor. Esto no es nada nuevo: "Para los economistas vulgares que intentan presentar al capital como fuente independiente del valor y de la creación de valor, esta forma es evidentemente una bendición, porque hace irreconocible el origen de la ganancia y otorga al resultado del proceso de producción capitalista -separado del proceso mismo- una existencia independiente" (El capital, Libro II, capítulo 24).

Desempleo y ejército de reserva

Este tipo de ilusión sólo es posible si se apoya en una teoría aditiva del valor, en la que la renta nacional se construye como la suma de las remuneraciones de los diferentes factores de producción. La teoría marxista por el contrario es sustractiva: las formas particulares de ganancia (intereses, dividendos, rentas, etc.) son punciones de una plusvalía global cuyo volumen está predeterminado. No puede enriquecerse durmiendo más que sobre la base de esta punción operada en la plusvalía global, de manera que el mecanismo tiene límites: los de la explotación, que es el verdadero fundamento de la Bolsa. La crisis significa entonces la vuelta de lo real, como una llamada al orden de esta dura ley del valor.
Desde hace cuatro décadas, el capitalismo contemporáneo se caracteriza por la persistencia de un paro masivo y la extensión de la precariedad. Una de las maneras de explicar esta situación es invocar la existencia de una tasa de paro de equilibrio, calificado a veces como natural. Pero la "tasa de paro que no acelera la inflación" (el Nairu) es también la que no hace bajar la tasa de ganancia. Se redescubre así "el ejército de reserva industrial" del que hablaba Marx: "La diferente proporción en que la clase obrera se descompone en ejército activo y ejército de reserva, el aumento o la disminución de la sobrepoblación relativa, el grado en que se encuentra bien comprometido, o bien desprendido, en una palabra, sus movimientos de expansión y de contracción alternativos correspondientes a su vez a las vicisitudes del ciclo industrial, es lo que determina exclusivamente estas variaciones" (El capital, libro I, capítulo 25). Se encuentra ahí una descripción bastante fiel de las reglas de funcionamiento de un capitalismo que pretende aumentar la tasa de explotación manteniendo la presión ejercida por el paro masivo sobre los salarios y a desconectar su progresión de las mejoras de productividad.

Un capitalismo mundializado

El hilo conductor del análisis de Marx es que "la base [del modo de producción capitalista] está constituida por el propio mercado mundial" (El capital, libro III, capítulo 20). Esta intuición fue prolongada por los teóricos del imperialismo que mostraron que la economía mundial debía ser considerada como un conjunto estructurado de manera asimétrica. Hoy día la mundialización se caracteriza por mecanismos nuevos (cadenas de valor mundiales, emergencia, etc.), pero el hecho esencial es la total libertad de los capitales.
Un empresario, Percy Barnevik, entonces presidente del grupo helvético-sueco ABB, definió en 2001 la mundialización como "la libertad para mi grupo de invertir donde y cuando quiera, de producir lo que quiera, de comprar y de vender donde quiera y tener que soportar el menor número de obstáculos en materia de derecho laboral y de legislación social" (citado por Le Devoir, Montréal, 5/05/2001). Es la trayectoria contemplada por Marx: "Las leyes inmanentes de la producción capitalista conducen al entrelazamiento de todos los pueblos en la red del mercado universal". (El capital, libro I, capítulo 32).
Una de las tendencias más llamativas del capitalismo contemporáneo es la de intentar (re)transformar en mercancía lo que no es o no debería serlo, en primer lugar los servicios públicos y la protección social. Pero lo que el capitalismo contemporáneo querría reducir a la condición de pura mercancía es sobre todo la propia fuerza de trabajo. El objetivo de las reformas del mercado de trabajo es no tener que pagar al asalariado más que cuando produce valor. Esto implica reducir al mínimo y hacer recaer sobre las finanzas públicas los elementos de salario socializado, remercantilizar las jubilaciones (fondos de pensiones) y la salud (seguros privados), incluso hacer desaparecer la noción misma de duración legal del trabajo.
Este proyecto da la espalda al progreso social, que ha pasado siempre por la desmercantilización del trabajo. Para Marx, la extensión del tiempo libre, posible por los progresos de la productividad, es la palanca que debería permitir que el trabajo no sea ya una mercancía y que la aritmética de las necesidades sociales sustituya a la de la ganancia. Es la perspectiva que esboza al final de El Capital.

Sobre las repetidas crisis

Para funcionar de manera relativamente armoniosa, el capitalismo necesita una tasa de ganancia suficiente y mercados. Pero con una condición suplementaria que afecta a la forma de estor mercados: deben corresponder a sectores susceptibles, gracias a las mejoras de productividad inducidas, de hacer compatible un crecimiento sostenido con una tasa de ganancia mantenida. Desde este punto de vista se puede analizar el paso del capitalismo de su fase fordista a su fase neoliberal, caracterizada sobre todo por este hecho estilizado 12/: la tasa de ganancia se ha restablecido, pero a ella no han seguido ni la tasa de acumulación ni la productividad.
El actual estancamiento del capitalismo en una fase depresiva proviene de una desviación creciente entre la transformación de las necesidades sociales y el modo capitalista de reconocimiento y de satisfacción de estas necesidades. Pero esto implica que el perfil particular de la fase actual moviliza, sin duda por primera vez en la historia del capitalismo, los elementos de una crisis sistémica.
Este análisis nos lleva al nivel más fundamental de la crítica marxista. Según Marx, el capitalismo es un sistema injusto (explotación) e inestable (crisis). Pero es también, llegado a cierto punto, un sistema que aparece como irracional, a causa de los mismos éxitos que le han permitido su propio modo de eficacia.

La posibilidad de otro cálculo económico

El enfoque marxista de la dinámica a largo plazo del capital podría ser resumido así: la crisis es segura, pero la catástrofe no lo es. La crisis es segura, en el sentido de que todos los arreglos que el capitalismo invente, o que se le imponga, no pueden suprimir de forma duradera el carácter desequilibrado y contradictorio de su funcionamiento. Pero estos cuestionamientos periódicos que acompasan su historia no implican en absoluto que el capitalismo se dirija inexorablemente hacia el derrumbe final. En cada una de estas grandes crisis, la opción está abierta: o el capitalismo es derribado, o se recupera bajo formas que pueden ser más o menos violentas (guerra, fascismo) y más o menos regresivas (giro neoliberal).
Por tanto, en la obra de Marx, se encuentran instrumentos útiles para el análisis del capitalismo contemporáneo. Sin embargo, la verdadera especificidad del enfoque marxista reside en su crítica de la economía política (éste es por cierto el subtítulo de El Capital), que postula la posibilidad de otro cálculo económico: la humanidad debería aspirar a maximizar (colectivamente) su bienestar en lugar de dedicarse a la maximización (privada) de la ganancia.
Pero ocurre que el capitalismo es un sistema compacto cuyos recursos fundamentales son invariables (más allá de sus encarnaciones concretas). Es por tanto difícilmente reformable, y aún más porque hoy día tiende a recrear las condiciones de un funcionamiento puro que se opone frontalmente a la satisfacción de las necesidades sociales y a la gestión de los desafíos ambientales. Se plantea entonces la cuestión de un cuestionamiento radical de este funcionamiento.
MICHEL HUSSON

1/903/2018
https://www.alternatives-economiques.fr/outils-comprendre-xxie-siecle/00083731
1/ John Maynard Keynes, "A Short View of Russia", Nation and Athenaeum, 10 y 25/10/1925 ; traducido en Essais de persuasion, 1931, bit.ly/2iTBQHt.
2/ Jonathan Sperber, Karl Marx, homme du XIXe siècle, Piranha, 2017.
3/ John Bates Clark, The Distribution of Wealth. A Theory of Wages, Interest and Profit, 1899, bit.ly/2ASV1fe.
4/ "Action de reproduire industriellement les valeurs consommées", según el Tableau économique (1758) de François Quesnay.
5/ François Quesnay, "Analyse de la formule arithmétique du Tableau économique", Journal de l’agriculture, du commerce et des finances, junio 1766, bit.ly/2ASXi9S.
6/ Karl Marx, en el capítulo "Sobre la historia crítica" del Anti-Dühring de Friedrich Engels, que redactó en lo esencial, bit.ly/2ATONM2.
7/ James Steuart, An Inquiry into the Principles of Political Economy, 1767, bit.ly/2iSIldr.
8/ Jean Charles Léonard Simonde de Sismondi, Nouveaux principes d’économie politique, 1819, bit.ly/2iSykgj.
9/ Joan Robinson, "Kalecki et Keynes", en Essays in Honour of Michal Kalecki, 1964, bit.ly/2AS4N0U.
10/ Paul A. Samuelson, "Marxian Economics as Economics", The American Economic Review, Vol. 57, No 2, Mayo 1967, bit.ly/2ASVC0s.
11/ Wassily Leontief, "The Significance of Marxian Economics for Present-Day Economic Theory", The American Economic Review, Vol. 28, Nº 1, Papers and Proceedings of the 50th Annual Meeting of the AEA, March 1938, bit.ly/2APhoCd.
12/ Constatación de orden empírico, por lo general no cuantificado, pero considerado representativo del funcionamiento de la economía.



sábado, 7 de abril de 2018

Establishment

(Conjunto de personas, instituciones y entidades influyentes en la sociedad o en un campo determinado, que procuran mantener y controlar el orden establecido.)

El establishment del Estado español estaría formado por las élites financiera-empresarial, militar, jerarquía católica, universitaria y más media del Estado español, herederos naturales del legado del General Franco que habrían fagocitado todas las esferas de decisión (según se desprende de la lectura del libro “Oligarquía financiera y poder político en España” escrito por el ex-banquero Manuel Puerto Ducet), e iniciado asimismo una deriva totalitaria que habría ya convertido a la seudodemocracia española en rehén del establishment.
El concepto de estabilidad o equilibrio se refiere a un sistema que permanece estable aunque registre un cambio, principio que trasladado a la esfera política se traduciría en la Reforma del Régimen del 78 sin alterar sus principios esenciales (Monárquico, jacobino y neoliberal), tesis que defenderían los partidos del establishment dominante del Estado español (PP y Ciudadanos). En la orilla antónima, encontramos el concepto de cambio cualitativo o discontinuidad que se produce cuando simples cambios cuantitativos pasan a ser otra cosa diferente y el sistema se transforma internamente de modo radical en una nueva realidad que modifica su situación de equilibrio interno y se crea una situación nueva (Nuevo Régimen), tesis defendida tan sólo por Podemos y los grupos independentistas periféricos y que es asociada por el aparato mediático del sistema dominante (más media) con el advenimiento del caos. El actual sistema dominante o establishment de las sociedades occidentales utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas. En consecuencia, la estrategia electoral de los partidos del establishment se basará de nuevo en el mantra de la recuperación económica edulcorada con sibilinas promesas de aumento del techo de gasto autonómico, subidas salariales a funcionarios y jubilados así como reducciones fiscales al estar la sociedad española integrada por individuos unidimensionales que no dudarán en primar el “pan y circo” frente al vértigo que suscitan las utopías. Así, tras las próximas elecciones Generales, es previsible la formación de un Gobierno PP-Ciudadanos. Se podría escenificar la metamorfosis del Régimen del 78 y mediante una reforma edulcorada de la actual Constitución vigente, implementar un Estado monárquico, jacobino y eurocéntrico, estaríamos siguiendo esta máxima (“Cambiar todo para que nada cambie”).
El gobierno del PP está en la cuerda floja, como demostraron las movilizaciones de mujeres y pensionistas y estos Pactos quieren garantizar la “paz social”. Pero por mucho que alardeen de “recuperación económica” la verdad es que el gobierno miente, los recortes continúan, el artículo 135 de la Constitución sigue vigente y la deuda se sigue pagando, y esto es lo que manda en el control del gasto público. ¿Quién se fía de un gobierno que durante años cada Consejo de Ministros firma nuevos recortes?
Cuando usted esté leyendo esto quizás se hayan acumulado suficientes eventos nuevos que habrán vuelto a competir por las primeras pantallas. Entre otras cosas, nada ni nadie podrá impedir que, en breve, se descuelguen las espadas que tienen escritas en sus hojas los nombres de Gúrtel/PP y Urdangarin/Monarquía, cuyas sentencias se presumen muy afiladas, quizás sangrantes. A diferencia de la de los años 70 del siglo pasado, en esta ocasión la clase política representativa de un modelo condenado a muerte ofrecerá mucha más resistencia que aquellos miles de cargos de la dictadura franquista, que aceptaron que su tiempo había terminado. Tampoco es de poca importancia el hecho de que hoy no estamos tan seguros de hacia dónde nos dirigimos como lo estuvimos entonces, aunque hoy sabemos lo mucho que nos equivocamos.
En cualquier caso, cada vez es más evidente que España está abocada a una nueva transición, en la que el papel de Europa podría ser, quizás ya lo haya sido, decisivo. Por una vez. Por fin. La manera en que esta humillación total sea digerida por la sociedad española determinará claramente nuestro futuro. A los dirigentes políticos que han protagonizado el 155 y jaleado la justicia represiva española contra los independentistas catalanes les corresponde retirarse inmediatamente de la escena y dejar paso a otros que, además de democráticamente no tan sucios, no nos obliguen a escuchar cómo se desmienten a sí mismos mientras se disfrazan de coherencias imposibles