viernes, 18 de junio de 2021

El Capitalismo en sus formas


 

El capitalismo, debido a que su motor es el incansable afán de lucro y su resultado la concentración de la riqueza, es el impulsor tanto del cambio climático como de la desigualdad global. Como observó Marx, tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza, la naturaleza y los seres humanos. Ninguna reforma o regulación del capitalismo ha sido el resultado de una conferencia de ricos que decidieron actuar en base a sus conciencias. Todo cambio ha sido forzado desde abajo, por la revuelta popular y por el poder de la organización de la clase trabajadora. Muchos de los manifestantes que se han manifestado en contra del G7, y se han enfrentado a una persecución policial totalmente injustificada por hacerlo, entienden esto. El propósito de las protestas no es cambiar la mentalidad de los ricos, sino movilizar las fuerzas que puedan enfrentarse a ellos. Estos «líderes mundiales» no nos representan a nosotros ni a nuestros intereses. Todo el movimiento sindical debería tener claro eso a medida que la corte estadounidense se traslada esta semana de Cornualles a Bruselas, del G7 a la OTAN, es decir, de la economía de la supremacía de Washington a su aplicación por el poderío militar.

La electricidad, como bien común, tiene que dejar de estar de inmediato bajo el control de un oligopolio que, además de contaminar y destruir el territorio, nos chupa la sangre. El nuevo modelo debería ser uno que conjugue una empresa pública que garantice en todo momento el suministro, especialmente dando solución al futuro problema del almacenamiento, con toda una red de cooperativas comunitarias que produzcan de manera distribuida, cerca de donde se consume, y sobre todo, bajo propiedad de la comunidad. En lugar de destinar miles de millones a seguir subvencionando a empresas como Endesa, Iberdrola, Naturgy o Repsol, el gobierno debería emplear los fondos Next Generation en un plan que permita la autoproducción eléctrica en la mayoría de los hogares. Esta medida no sólo ayudaría a alcanzar la soberanía energética y desconectarnos del mercado, sino que además bajaría al territorio la movilización de la economía.

Debiera ponerse en marcha, como alternativa necesaria, la obligatoriedad de que todas las nuevas construcciones de viviendas y edificios en las ciudades de toda España contasen, desde el principio, con instalaciones fotovoltaicas, cuando menos para su propio autoconsumo; así como también un ambicioso plan de ayudas –tanto de tipo técnico como de financiación– para fomentar de forma decidida la instalación de esa tecnología en el parque de viviendas y edificios ya existente, asunto éste en el que España va muy retrasada en relación con otros países europeos. Y dar prioridad a los pequeños proyectos distribuidos y al autoconsumo en instalaciones agropecuarias (invernaderos, granjas, secaderos, etcétera). Esto permitiría el autoconsumo de la población, la incorporación a la red de la energía sobrante, mayor eficiencia energética y un considerable ahorro en transporte de energía y en la factura eléctrica de las familias.

La clase media ha saltado por los aires. Su declive es imparable y no hay vuelta atrás. Cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque estuviera lejos de ser un paraíso. Solo le queda la nostalgia del empleo fijo, del puesto asegurado, que le permitía desarrollar un proyecto coherente de vida, antes de que el despido libre y la flexibilidad laboral, impusieran su ley. Pero algunos aún confían en el regreso de los buenos tiempos, igual que los judíos siguen esperando la llegada del Mesías. Desde el parado al desahuciado, pasando por el que a duras penas llega a fin de mes, o los trabajadores de bajo coste, de usar y tirar, todos, sea cuales sean sus circunstancias y situación, se sienten partes integrantes de la misma.  Lamentablemente, tienen mucha más conciencia de clase, y más claros sus intereses, los ricos que ellos. El Mercado como un dios caníbal, que se alimenta de carne humana, ha reemplazado al Estado de Bienestar. El capital le ha ganado la batalla en todos los frentes; la tecnología y la globalización han terminado de darle la puntilla; y la moribunda clase media continuará hundiéndose sin remedio en el pozo mientras no cambie el sálvese quien pueda por la lucha colectiva. Antes el capitalismo en sus formas solo nos queda “la lucha de clases”, en esta sociedad.

JMDR.