domingo, 2 de mayo de 2021

La Foto de Colón


De ahí que cabría hablar más de un auténtico plebiscito al plantear lo que se dirime en los debates de la Comunidad de Madrid. Y ello por lo que supuestamente está en juego. No estamos ante una alternativa a la vieja usanza del bipartidismo dinástico hegemónico, actitud que prevaleció en la política española hasta el estallido de la crisis financiera del 2008 y las consecuencias económico-sociales que la consiguiente Gran Recesión desató. Tampoco en la dinámica ideológica tradicional izquierda-derecha, o al menos no en sus connotaciones habituales. Ni siquiera en el vaivén arriba-abajo que puso de moda la nueva política tras la llegada de Podemos a las instituciones con su tesis del significante vacío. Lo que en teoría se ha ventilado  el 4M, en plena pandemia sanitaria y laboral, es un compendio condensado de todas esas variables vectoriales. La máxima expresión atronadora del doble antagonismo izquierda-derecha y arriba-abajo. Si hay que aceptar el veredicto del tumulto imperante, de lo que se trata es de elegir entre fascismo o democracia (o, en su envés, entre comunismo y libertad).

El planteamiento  sería el siguiente. El partido Vox, surgido en las elecciones andaluzas de 2018, supondría la encarnación de ese fascismo que la izquierda en el poder denuncia denodadamente. Un grupo euroescéptico de la derecha populista, de porte xenófobo, homófobo y trumpista, liderado por Santiago Abascal, antiguo concejal del Partido Popular (PP) en Euskadi. Colectivo ultra que se ha encaramado como tercera fuerza en el Congreso de los Diputados, por delante de Unidas Podemos (UP), a quien saca más de medio millón de votos y 17 escaños. El inquietante sorpasso de esta extremaderecha habría llegado a ser quien es gracias al apoyo determinante del PP, al que por otra parte Vox condiciona parlamentariamente en varios gobiernos regionales (Andalucía, Madrid o Murcia).

El trifachito constituido por PP, Cs y Vox, las tres derechas de la foto de Colón con su discurso del odio. Dos mundos distintos y distantes, separados por un abismo de incomprensión y desencuentros. Dos categorías existenciales irreconciliables, donde el adversario político pasa a ser considerado como el enemigo a batir y no el simple disidente. Esa es la radiografía sobre la que se escrutaran los resultados de las urnas el día de autos en la Villa y Corte. Conviene recordar para mayor abundancia y precisión que en los muchos años en que los de Génova 13 han ostentado el gobierno de la nación, en algunas ocasiones disponiendo de mayoría absoluta, nunca procedieron fascistamente, impidiendo su relevo en el poder del Estado cuando la izquierda les destronó electoralmente. Que los fundadores de Vox abandonaron el PP en protesta por la política blanda de Marino Rajoy. Que los hinchas de Abascal no comparten grupo en la euro cámara con los partidarios de Reconstrucción Nacional (RN) de Marine Le Pen y la Liga Norte (LN) de Mateo Salvini. Y que en la actual España democrática, partidos que muestran afinidad con la etapa franquista, como Falange o el propio Vox, son legales y plenamente constitucionales. Porque tanto el PSOE como el PCE, entonces claves en la oposición a la dictadura, así lo pactaron con los tardo franquistas (aceptando al Rey designado por Franco como jefe de Estado y de las Fuerzas Armadas; admitiendo el consenso con la UCD de Adolfo Suarez, el último secretario general del Movimiento Nacional, el partido único del franquismo; y vetando que los republicanos históricos pudieran concurrir a las primeras elecciones libres de 1977). Aquel blanqueamiento de los posfranquistas se llamó reconciliación nacional y forma ya parte de nuestra herencia recibida. Una versión humorística, pero no exenta de profundidad, la ha ofrecido Díaz Ayuso al proponer a Ángel Gabilondo que vote a su favor en la investidura si tanto desea levantar un cordón sanitario contra Vox. Incunable para las hemerotecas que el dirigente socialista toreó repitiendo el mantra “Ni Vox ni Ayuso. Ni la ultraderecha ni las políticas que blanquean a la ultraderecha”.

El día 4 de mayo de 2021, si la estampa de “Colón” sale reforzada el resto de las “Nacionalidades Ibéricas”, dirán  Madrid es Fascista, nada más alejado de la realidad que esta frase. Y siempre si sale quedara el dicho de Alfonso Guerra “El pueblo se ha equivocado”