jueves, 18 de abril de 2013

CLASE OBRERA Y SU ENTORNO

La clase obrera surge de la división del trabajo, siendo ésta una visión histórico-materialista del hombre que sale al mundo exterior para satisfacer el deseo de relacionarse con los demás y que el marxismo denomina conciencia social, pero el hecho clave de la división de clases, estaría en los tres hechos que conforman la división del trabajo- Distribución desigual del trabajado y sus productos. -Aparición de la propiedad privada. -Formación de las clases sociales, siendo este aspecto el que más me interesa para la definición, porque a raíz de la formación de clases sociales surge la conciencia de clase, que da lugar a la aparición y definición exacta de clase obrera. Se amplia los factores de identificación que ha tenido a lo largo de la historia humana, en la conciencia de grupo social pueden distinguirse los intereses objetivos y subjetivos que envuelven a una determinada clase social, dando lugar al mismo tiempo a la lucha de conciencias de clases que incluyen dinámicas de defensa, ataque y creación de condiciones sociales propias de una sociedad clasista y estratificada, característica central del capitalismo. A partir de la revolución industrial esta lucha de clases tal como nos explica el marxismo más tradicional tiene un matiz económico muy importante, ya que la división de clases que se da es entre la burguesía que posee los medios de producción y la clase obrera que vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario.
El neo liberalismo. Conforme a esta concepción, los espacios ocupados por las Instituciones debían ser reducidos y sometidos a los imperativos de los mercados, dada la intrínseca ineficiencia con que operan aquéllos y la consustancial racionalidad que caracteriza a éstos. Son los mercados —y no los Estados a través de las políticas redistributivas—, operando sin o con las mínimas restricciones, los que asegurarían el objetivo de la equidad social, mientras que los espacios públicos quedarían confinados a un papel subsidiario y subordinado. Se afirma, además, que la desigualdad es el inevitable resultado de la dispar capacidad (productividad) de los “servicios” productivos. No sólo cada uno recibe lo que merece, es recompensado por el esfuerzo que realiza y por el capital humano que atesora; asimismo, los grupos que acaparan la mayor parte del ingreso son también los que más ahorran, con lo que también desde esta perspectiva se sostiene que la desigualdad estimula el crecimiento. El círculo se cierra, pues éste contiene y resuelve la agenda social.
No hay imagen más lastimosa que la de grupos de trabajadores de medianas y grandes empresas, de médicos, de funcionarios, de profesores… por nutridos que sean, manifestándose a la puerta de su lugar de trabajo un día sí y otro también, así como la de centenares de mineros y agricultores marchando a pie por la carretera, de miles de estudiantes corriendo delante de los antidisturbios en la ciudad, de desahuciados resistiendo empujones de la policía. Lastimosa porque son acciones sectoriales y desconectadas entre sí. No se aprecia –salvo que esté equivocado- el progreso de un movimiento sindical, político y asociativo unitario que avance decidido por el camino de poner fin pronto a esa situación. Si se tiene millones de euros en Suiza sin justificar, queda automáticamente a disposición del juez hasta que los justifique; si hay que pagar impuestos para salir de la crisis, que no salga del IVA de los productos básicos, sino en primer lugar de las grandes fortunas y luego de forma descendente hasta el último contribuyente. Si hoy es legal desahuciar, basta con que mañana deje de serlo: el banco se pone a la cola de los afectados por la hipoteca hasta que el dueño del piso –que permanece en éste- disponga de un trabajo y pueda pagar lo que debe; si se propone un ERE en una empresa, el empresariado y el accionariado responden con sus recursos antes de que los trabajadores lo tengan que hacer con sus puestos de trabajo; si falta dinero para las pensiones, escuelas y hospitales, se saca del ejército, de las SICAV, los fondos de inversión, la casa real, etc...

José María Domínguez



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