sábado, 2 de abril de 2016

NEGRO FUTURO CERCANO

Las Cuentas Trimestrales no Financieras de los Sectores Institucionales que ha publicado este jueves el Instituto Nacional de Estadística (INE) no dejan lugar a dudas: el Gobierno ha sido incapaz de controlar el déficit pese a que Mariano Rajoy lleva cuatro años presumiendo de lo contrario. Era algo que se barruntaba desde hace bastante tiempo, pero el dato concreto no se ha conocido hasta esta semana. El déficit público alcanzó en 2015 los 56.061 millones de euros, lo que representa el 5,18% del PIB, casi un punto por encima del objetivo del 4,2% pactado con Bruselas. Pero el dato es ligeramente peor si se incluyen las ayudas a la banca, que según el INEalcanzaron los 547 millones en 2015. Contando con esas ayudas, el déficit del conjunto de las administraciones públicas se elevó el pasado año hasta el 5,23% del PIB y sumó un total de 56.608 millones de euros, si bien dichas ayudas no computan en el procedimiento de déficit excesivo. El Gobierno, sin embargo, no asume ninguna responsabilidad en ese descontrol: asegura que parte del desvío del déficit de 2015 se explica por partidas presupuestarias excepcionales que no volverán a repetirse este año. En concreto, apunta el pago del tratamiento de la hepatitis C, que se elevó a 1.090 millones de euros, además de otros cerca de 2.000 millones que afloraron en Catalunya tras la construcción de una prisión y otros 200 millones de un tranvía en Aragón, estos gastos solo explicarian por sí solos alrededor de un tercio de la desviación del déficit.
56.608 millones de euros, cifra equivale a unos 10.800 millones de euros de gasto adicionales y obligará a realizar un ajuste de unos 24.000 millones de euros a lo largo de 2016 para poder cumplir con el objetivo del 2,8% previsto para este año. Es decir, la brecha entre los gastos y los ingresos tendrá que pasar de 56.608 millones en 2015 a 32.200 millones en 2016. En términos desglosados, la Administración General del Estado registró un déficit del 2,76% frente al objetivo fijado al principio del 2,9%. Las corporaciones locales, los ayuntamientos, tuvieron un superávit del 0,44% del PIB cuando tenían que registrar equilibrio (0%). Las Comunidades Autónomas registraron un déficit del 1,66% del PIB frente al 0,7% que les dejaba el Gobierno;  la Seguridad Social tuvo un desfase del 1,26% frente al límite del 0,6% .
Todo esto lo esta gestionando un gobierno en funciones, que actua como si tuviera una mayoria absoluta en el congreso.
No pido la perfección democrática, porque no creo en la perfección del género humano, sino en su posibilidad para aprender de sus errores. No pedimos, tampoco, la justicia perfecta y absoluta, porque no existe. No exigo lo inexigible para disimular la falta de propuestas concretas, de modelos de desarrollo concretos anclados en las diversas realidades que componen este apasionante puzzle que es Europa. No; infinitas veces no, lo que exigo es que los valores de un pacifismo que no sea un pacifismo ingenuo, sino realista, que los valores de libertad civil y justicia económica se conviertan en los valores centrales de la actividad científica, cultural, económica y política. Lo que exigo es una utopía concreta, razonada y posible : la de una Europa que huya del discurso único y que asuma de una vez su mesticidad religiosa, cultural, política e histórica. La de una Europa que huya del delirio y del odio justificado en ideologías políticas totales que escapan del principio de realidad con la voluntad de que la sociedad civil no se atreva a fiscalizarlas con preguntas, ni a quienes se presentan como alternativa a lo existente, ni a quienes justifican lo existente. La de una Europa que huya del delirio y del odio justificado en cosmovisiones religiosas que, aspirando a la universalidad desde sus instituciones, creen legítimo el competir entre ellas para presentarse como el único camino de salvación posible, usando para ello, como no, al poder secular como instrumento. Una España y una Europa que ponga freno lo antes posible al irracional sobregasto armamentístico, al fomento del odio y de la ignorancia recíproca entre tradiciones culturales y nacionales, a un sistema económico irracionalmente hiper-urbanizado que se despega cada vez más de la actividad productiva real, de la industria, de la agricultura, de la tierra, de las personas y de los recursos reales a su disposición en las geografías que habitan. Al recordar el texto que es el Manifiesto Comunista de 1848, y que, ciertamente, ha influido largamente en los acontecimientos de dos siglos.
Marx pensaba que la acumulación del capital en pocas manos y el aumento persistente de la masa de capital fijo en la producción (máquinas e instalaciones), llevarían a una baja progresiva de la tasa de plusvalía. Como la riqueza es producida por la fuerza de trabajo, para mantener el lucro conviene aumentar más y más la explotación de los currantes. Cuando la naranja ya no da jugo, no queda más remedio que estrujarla, estrujarla, estrujarla. Pero sabe que en el curso de los últimos 40 años la parte de los salarios en el PIB de los países ricos ha bajado significativamente. Lo confiesa hasta la OCDE. Como consecuencia, la parte del PIB que remunera el capital ha crecido impetuosamente oprimiendo cada ves más a la “naranja” que ya no pude dar mas jugo. Marx tenía razón: el cáncer del capitalismo es la tendencia a la baja de la tasa de plusvalía, lo que le obliga a estrujar la naranja. El capitalismo, como ya lo señalaron con acierto Karl Marx y Mijail Bakunin resuelve sus crisis destruyendo fuerzas productivas, incluida la fuerza de trabajo en guerras externas o internas, ante este descorazonador panorama solo esta la resistencia de la mujeres y hombres de a pie que obtenemos nuestro sustento cotidiano vendiendo nuestra fuerza de trabajo, dejando cada día retazos de nuestra humanidad en el camino de la vida. 

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