Las Cuentas
Trimestrales no Financieras de los Sectores Institucionales que ha
publicado este jueves el Instituto Nacional de Estadística (INE) no
dejan lugar a dudas: el Gobierno ha sido incapaz de controlar el
déficit pese a que Mariano Rajoy lleva cuatro años presumiendo de
lo contrario. Era algo que se barruntaba desde hace bastante tiempo,
pero el dato concreto no se ha conocido hasta esta semana. El déficit
público alcanzó en 2015 los 56.061 millones de euros, lo que
representa el 5,18% del PIB, casi un punto por encima del objetivo
del 4,2% pactado con Bruselas. Pero el dato es ligeramente peor si se
incluyen las ayudas a la banca, que según el INEalcanzaron los 547
millones en 2015. Contando con esas ayudas, el déficit del conjunto
de las administraciones públicas se elevó el pasado año hasta el
5,23% del PIB y sumó un total de 56.608 millones de euros, si bien
dichas ayudas no computan en el procedimiento de déficit excesivo.
El Gobierno, sin embargo, no asume ninguna responsabilidad en ese
descontrol: asegura que parte del desvío del déficit de 2015
se explica por partidas presupuestarias excepcionales que no volverán
a repetirse este año. En concreto, apunta el pago del tratamiento de
la hepatitis C, que se elevó a 1.090 millones de euros, además de
otros cerca de 2.000 millones que afloraron en Catalunya tras la
construcción de una prisión y otros 200 millones de un tranvía en
Aragón, estos gastos solo explicarian por sí solos alrededor de un
tercio de la desviación del déficit.
56.608 millones de
euros, cifra equivale a unos 10.800 millones de euros de gasto
adicionales y obligará a realizar un ajuste de unos 24.000 millones
de euros a lo largo de 2016 para poder cumplir con el objetivo del
2,8% previsto para este año. Es decir, la brecha entre los gastos y
los ingresos tendrá que pasar de 56.608 millones en 2015 a 32.200
millones en 2016. En términos desglosados, la Administración
General del Estado registró un déficit del 2,76% frente al objetivo
fijado al principio del 2,9%. Las corporaciones locales, los
ayuntamientos, tuvieron un superávit del 0,44% del PIB cuando tenían
que registrar equilibrio (0%). Las Comunidades Autónomas registraron
un déficit del 1,66% del PIB frente al 0,7% que les dejaba el
Gobierno; la Seguridad Social tuvo un desfase del 1,26% frente
al límite del 0,6% .
Todo esto lo esta
gestionando un gobierno en funciones, que actua como si tuviera una
mayoria absoluta en el congreso.
No pido la perfección
democrática, porque no creo en la perfección del género humano,
sino en su posibilidad para aprender de sus errores. No pedimos,
tampoco, la justicia perfecta y absoluta, porque no existe. No exigo
lo inexigible para disimular la falta de propuestas concretas, de
modelos de desarrollo concretos anclados en las diversas realidades
que componen este apasionante puzzle que es
Europa. No; infinitas veces no, lo que exigo es que los valores de un
pacifismo que no sea un pacifismo ingenuo, sino realista, que los
valores de libertad civil y justicia económica se conviertan en los
valores centrales de la actividad científica, cultural, económica y
política. Lo que exigo es una utopía concreta, razonada y posible :
la de una Europa que huya del discurso único y que asuma de una vez
su mesticidad religiosa, cultural, política e
histórica. La de una Europa que huya del delirio y del odio
justificado en ideologías políticas totales que escapan del
principio de realidad con la voluntad de que la sociedad civil no se
atreva a fiscalizarlas con preguntas, ni a quienes se presentan como
alternativa a lo existente, ni a quienes
justifican lo existente. La de una Europa que huya del delirio y del
odio justificado en cosmovisiones religiosas que, aspirando a la
universalidad desde sus instituciones, creen
legítimo el competir entre ellas para presentarse como el único
camino de salvación posible, usando para ello, como no, al poder
secular como instrumento. Una España y una Europa que ponga freno
lo antes posible al irracional sobregasto armamentístico, al fomento
del odio y de la ignorancia recíproca entre tradiciones culturales y
nacionales, a un sistema económico irracionalmente hiper-urbanizado
que se despega cada vez más de la actividad productiva real, de la
industria, de la agricultura, de la tierra, de las personas y de los
recursos reales a su disposición en las geografías que habitan. Al
recordar el texto que es el Manifiesto Comunista de 1848, y que,
ciertamente, ha influido largamente en los acontecimientos de dos
siglos.
Marx pensaba que la
acumulación del capital en pocas manos y el aumento persistente de
la masa de capital fijo en la producción (máquinas e
instalaciones), llevarían a una baja progresiva de la tasa de
plusvalía. Como la riqueza es producida por la fuerza de trabajo,
para mantener el lucro conviene aumentar más y más la explotación
de los currantes. Cuando la naranja ya no da jugo, no queda más
remedio que estrujarla, estrujarla, estrujarla. Pero sabe que en el
curso de los últimos 40 años la parte de los salarios en el PIB de
los países ricos ha bajado significativamente. Lo confiesa hasta la
OCDE. Como consecuencia, la parte del PIB que remunera el capital ha
crecido impetuosamente oprimiendo cada ves más a la “naranja”
que ya no pude dar mas jugo. Marx tenía razón: el cáncer del
capitalismo es la tendencia a la baja de la tasa de plusvalía, lo
que le obliga a estrujar la naranja. El capitalismo, como ya lo
señalaron con acierto Karl Marx y Mijail Bakunin resuelve sus crisis
destruyendo fuerzas productivas, incluida la fuerza de trabajo en
guerras externas o internas, ante este descorazonador panorama solo
esta la resistencia de la mujeres y hombres de a pie que obtenemos
nuestro sustento cotidiano vendiendo nuestra fuerza de trabajo,
dejando cada día retazos de nuestra humanidad en el camino de la
vida.
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