Los números de
muertos por el Corona virus son Razón de Estado, por lo cual, todas las
administraciones, empezando por China, pasando por Europa y llegando hasta
América, cocinan las cifras a su antojo, y hoy la población no les cree nada de
lo que digan. Cifras de víctimas que son el resultado de una ecuación política
que pone y resta víctimas, como quien retira dos patatas, que sobrepasan el kilo
y así ajustarse a la oferta del día. Obvio que esto que mencionamos ha de ser
catalogado de bulo, pero es cuestión de realizar un simple seguimiento del
descontrol numérico de las conferencias de prensa, y descubrir el grado de
desajustes, a ojos de buen cuero, de la suma de administraciones, que, incluso
luego de haber aunado criterios estadísticos, sigue sin estar claro.
con
ricos cada vez más ricos y pobres de morir, con la natural anuencia de los
parásitos del poder que dan soporte a la explotación laboral y humana en
general, y que da por resultado la incapacidad global de hacer frente unidos a
la desaparición de nuestra especie en pos de seguir engordando las arcas de los
de siempre.
Hoy en día, tras la
Revolución tecnológica, la situación ha cambiado bastante. La robótica y la
automatización de procesos ha dado lugar a un enorme aumento de la producción
con muy poca mano de obra. Los grandes empresarios y corporaciones han visto
como, a la vez que reducían sus costes, aumentaban sus ganancias. Esos
beneficios, además, no se reinvertían en el circuito productivo, sino que se
derivaban hacia la especulación financiera que reportaba mayor lucro. De este
modo, mientras se destruye el tejido productivo generando desempleo se aumenta
la concentración del capital generando endeudamiento a los más pobres.
En 1976 España fue el
país en el que se produjo el mayor número de huelgas en toda Europa. La clase
obrera emergía en el tardo franquismo como una fuerza temible para los poderes
reales. Y el ejemplo de la Revolución de los Claveles en Portugal estaba demasiado
cercano. Aquel gran acuerdo económico blindaba el bloqueo de los salarios y
apuntaba a una estrategia de precarización del empleo que el Estatuto de los
Trabajadores y las reformas laborales posteriores confirmarían. Ni el contexto
global y europeo, ni la situación del país se parecen a la de entonces.
La pandemia ha sido y
está siendo un dramático abreojos de masas, una lección de economía política
que está aflorando en carne viva las contradicciones y límites del sistema. La
sanidad privada, la Unión Europea, son algunos de los dispositivos e
instituciones, hasta ahora sacrosantos, que la crisis ha dejado desnudos. El
coronavirus es el síntoma, la enfermedad se llama capitalismo, El movimiento
obrero no tiene en nuestros días la fortaleza que tuvo antaño y los movimientos
sociales parece que atraviesan una fase de debilidad. Pero aun así el poder no
las tiene todas consigo. Sabe que un hondo malestar empapa la sociedad y teme que,
en las galerías de esta guerra social no declarada, se esté fraguando una
revuelta de proporciones inauditas. Y sabe también que donde hubo candela
rescoldo queda. Y que la candela del 15M o de las Marchas de la Dignidad fue
muy grande y pervive todavía en la memoria colectiva.
El pueblo no come
cuentos. Esa es una expresión común en América Latina para denunciar los
enredos del poder, los relatos que ocultan la realidad. El pueblo no come banderas,
pero tampoco promesas. Necesitamos construir una amplia alianza social, un
movimiento popular a la altura del desafío histórico. Necesitamos sustraernos a
la inercia que subordina y sateliza toda la creatividad social a la burbujita
de la representación política. Tenemos que adentrarnos en las viejas galerías del
“viejo topo”. organicemos con otros muchos los
chalecos de la transformación social, el estallido social en ciernes. Es el
tiempo de la lucha de clases.
No hay comentarios:
Publicar un comentario