Las garantías no son
instrumentos técnicos y neutrales, son instrumentos ideológicos en disputa que
operan en el seno de las contradicciones democráticas y sociales, al hablarse
de la falta de garantías del referéndum, se combinan dos aspectos: en primer
lugar, se afirma que no existen garantías en un sentido procedimental de las
mismas; esto es que no existirían garantías de que se puedan abrir todos los
colegios electorales, de que todas las personas puedan votar libremente, de una
campaña electoral en igualdad de condiciones, etc. Y, en segundo lugar, lo
anterior se combina afirmando que tampoco hay garantías en un sentido
sustantivo de las mismas; esto es, que el proceso no garantiza que a su fin se
protejan los derechos a las mayorías sociales, sino más bien lo contrario. Al
ser, supuestamente, un proceso dirigido por la burguesía neoliberal catalana,
se acabaría imponiendo un régimen de desmantelamiento de servicios y derechos
sociales más salvaje que el actual. Por mucho que la CUP defienda dicho
proyecto, está contraviniendo su propia ideología de lucha de clase. La visión
primaria conservadora ha presentado, históricamente, el Derecho como algo
desvinculado de la moral, como si éste fuera algo fuera de la historia fruto de una trascendente visión
compartida en la comunidad, ajeno de las personas que lo redactan e interpretan
y de la coyuntura social en que lo hacen. El Derecho encontraría en sí mismo su
propio fundamento, sería universal, neutral, técnico, incuestionable y por
tanto, debe respetarse y cumplirse. La razón por la cual la burguesía construye
tal visión del Derecho y las garantías es obvia: si uno tiene el monopolio de
determinar las normas de una sociedad y de los instrumentos para garantizar su
realización o no, tiene el control de la misma. Y si, además, es capaz de hacer
pensar a la gente que solo hay un único derecho neutral y unas únicas garantías
para hacerlo efectivo, las del Poder, elimina la posibilidad en los ciudadanos
de ampliar los márgenes de lo pensable política, económica y socialmente fuera
de las fronteras de su dominio.
La izquierda ha
tenido, tradicionalmente, una concepción pluralista del Derecho y las
garantías. La legalidad y la seguridad jurídica no es algo a defender por sí
mismo y que no se pueda transgredir, como si el Derecho fuera algo separado de
la moral y que no dependiera de las personas. Toda Constitución y ley son creadas
por legisladores e interpretadas por jueces con una ideología determinada en
una coyuntura determinada, que son defendibles en aquellas partes que, de
acuerdo con los principios éticos de democracia y dignidad humana, sean justos,
pero que en sus otras partes injustas no son defendibles sino atacables. Lo
mismo que el derecho es un campo de batalla, las garantías también lo serán. Las
garantías no son instrumentos técnicos y neutrales, son también instrumentos
ideológicos en disputa que operan en el seno de las contradicciones
democráticas y sociales. El argumento de que el proceso autodeterminación no es
más que una estrategia de la burguesía catalana, secundada por un pueblo sin
autonomía, como cortina de humo de la corrupción, y por tanto su fin se dirige
no a garantizar sustantivamente los derechos de las clases populares sino a su
desmantelamiento.
Ni las instituciones
y el Derecho son objetos pasivos que son usados por el presidente de un
gobierno cuando quiera para lograr los fines que quiera. Ni la sociedad es un
ente sin autonomía que secunda ciegamente la estrategia del Gobierno. La
compleja articulación de los diversos aparatos institucionales y de sus ramas,
con mayorías y minorías distintas en el interior de cada uno de ellos, así como
la movilización popular y su presión sobre el Poder, supone que el hecho de que
un partido de derechas tenga la presidencia del gobierno no implica que pueda
controlar el contenido de todas las leyes que se emiten.
Para que “la sangre
no llegara al rio” lo único coherente seria que el pueblo catalán, pudiera
celebrar un referéndum con toda la garantía legal y autorizada por el Estado
Español, sin injerencias de ningún tipo.
Una alternativa real hoy sería una España formada por Estados Federales.
Y estas tendrían todas las garantías.
José María Domínguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario