La derecha política de España se ha adueñado
de la idea nacional, un “buen español” debe ser fiel seguidor de las
tradiciones, por supuesto se debe identificar con la religión mayoritaria,
aunque no la practique, sentirse orgulloso de la historia (aunque en ocasiones
sea una contradicción) o al menos de la historia oficial. Pero dentro de la
historia de España se excluye los ocho siglos de Al-andalus, la multitud de
regiones celtíberas previas, etc. Solo cuenta como historia la mal llamada
reconquista, cuando es imposible entender la actualidad sin el pasado musulmán,
visigodo, romano, íbero… hoy somos una suma de todas esas personas. Al final he
llegado a la conclusión de que existen 47 millones de formas de ser un buen
español, una por cada persona que vivimos entre las fronteras de lo que hoy se
llama España. Nos regimos por unas leyes que hay que cumplir, intentar no hacer
daño a los demás y vivir en paz, no hay más, cada uno sentimos nuestra identidad
de una forma distinta. Ser español, al fin y al cabo, es una identidad
administrativa, provocada por una serie de casualidades que ha hecho que
estemos registrados como tales. Unos lo llevan con orgullo, otros con pesar,
para unos es importante y a otros les da igual. Lo fundamental, a mi entender,
es no imponer nuestra forma de ver nuestra identidad a los demás, imponerla es
la base del “nacionalismo”. Es evidente que en la actualidad, la identidad
nacional puede ser un foco de conflicto, ya que cada uno identifica su
sentimiento nacional con su propia personalidad. Desde hace bastantes días haciéndome
la siguiente pregunta ¿Cómo se podría definir a un buen español? Como no he
sido capaz de contestarme de manera certera a esta pregunta he preguntado a muchos
de mis amigos y conocidos sobre qué es
ser español. Qué características tiene que tener un buen español. Inicialmente
las respuestas que obtuve me generaron aún más duda, ya que unos respondían,
que un buen español, debe tener la nacionalidad española, estar orgulloso de
nuestra historia y defender nuestras tradiciones. Esto me generó las siguientes
dudas: Una persona de Argelia que tiene la nacionalidad española, ¿es vista
como un español más por el resto de nuestra sociedad? A todas luces no.
Un español debería de saber el significado de “votar”.
La democracia se debe valorar, en consecuencia, como un sistema que se
desarrolla en un campo que concede a los individuos una suerte de libertad de
movimientos concretos, cierto, pero cuyos bordes y fronteras delimitados de
inicio y en un estado de semi-sombra inconsciente para los sujetos que se
hallan dentro de él, no resultan ser las piezas de mayor compatibilidad en
este, que podríamos llamar, puzles de carácter lógico. ¿A dónde podríamos
llegar, finalmente, con todas estas reflexiones? ¿A concluir que la democracia
es un sistema político con grietas en sus mecanismos internos? ¿A concluir que
la democracia requiere de una entidad externa, ya sea la Monarquía o República,
un dictador, un sabio, una élite o grupos de élites, que se sitúe por encima de
ella? ¿Qué resolvemos con la proposición de votar más, cuando se trata de
volver a decidir sobre lo mismo una vez más, cuando ninguno de los resultados
posibles satisfará o resolverá nada que no se hubiera podido resolver ya dentro
del terreno delimitado de juego? ¿En qué queda convertida entonces la
democracia? ¿En un sistema inútil, en una dictadura encubierta, en un trámite
farragoso que nos molesta? Votemos, votemos, votemos. Votemos para decidir qué
es lo que votaremos. Votemos nuevamente para resolver la catástrofe que resultó
de la votación anterior.
Votemos para que la política es el arte de
trastocar las verdades y restarle luz, engañifa altanera y soez. El sistema
está codificado para mentir, y mentir a lo sumo. Según ellos, los pueblos
tienen que seguir dejándose arrastrar por la patraña de las ideologías, para
que así, ellos que están en la sombra se sigan siendo del control de sus mentes
y toma de decisiones.
Los pueblos tienen que despertar, uno de los
grandes logros de la manipulación y el control es, justamente la acción del
voto, al hacerlo estamos legitimando a unos lobos que se visten de ovejas, y
les damos las herramientas para que nos controlen y nos mientan a placer
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