Como
es natural para cualquiera menos para Sr. Casado, cada una de estas personas
que llegó a España lo hizo dejando atrás su sitio, sus amigos, su familia, pero
no su vida y sus costumbres. Entre puesta y recogida de andamios, montaje y
desmontaje de escenarios y barridos de la pista, te iban contando cosas de su
país de origen. Enriquecía mucho. Como podrá imaginar cualquiera menos el Sr.
Casado, muchos de ellos tenían una carrera –de las que apruebas madrugando y
estudiando– pero en sus países las cosas estaban regular tirando a desastrosas.
Como puede suponer cualquiera menos Casado, todas estas personas eran cívicas y
honestas, a ninguno le dio por robar en el trabajo o la calle ni se le ocurrió
presentarse ante quienes éramos sus compañeros como titulado en máster del
universo por la universidad de Pernambuco, provincia de Arévaca. Como puede
imaginar cualquiera menos Casado, todos sabían, porque habían recorrido mundo,
que cuando llegas a un nuevo lugar también te enriqueces de él, también lo
quieres como propio, sin que eso te obligue a renegar de tu origen. Como sabe
cualquiera menos Casado, el cómo se deba comportar alguien, el cómo deba usar
su libertad individual, lo marca la ley, nunca la opinión de un trilero de los
buenos modales.
El
problema es viejo: no son las palabras las que hacen las cosas. Lo que había de
socialdemocracia en el felipismo se quedó en el camino cuando todo lo prometido
en el programa fue invertido como sí se tratara de un guante. De una goma que
se estira a conveniencia. En el caso del
historial del PSOE se puede hablar de un principio, del tiempo en que, siguiendo
la tesis central Lampedusa en El Gatopardo, primero fueron los leones. En los años de formación hubo unos cuantos:
Pablo Iglesias, Jaime Vera, Juan José Morato, Antonio García Quejido, Facundo
Perezagua, Tomás Meabe, Virginia González, Evaristo Acevedo, Luis Llaneza,
Belarmino Tomás, Wenceslao y Santiago Carrillo…Ellos sentaron las bases de un
partido y de un sindicato (García Quejido en Barcelona). Dieron cuerpo a la
mitad del movimiento obrero organizado, un objetivo ya de por sí
extraordinario. En el después no es abusivo hablar de los gatopardos, de los
hombres de la República a los que la historia les pasó por encima: Largo
Caballero, Indalecio Prieto, Daniel Anguiano, Ramón Almoneda, González Peña,
Juan Negrín, Luís Araquistáin, Jiménez de Asúa, Max Aub, Julián Besteiro,
Fernando de los Ríos…Sí queda algo de socialdemocracia-socialdemocracia, como
aquello del café-café que nos decía Manolo Sacristán, es lo que subsiste en
unas bases cada vez más augustas, cada vez más alejadas de la juventud, entre
aquellos que creen que lo menos malo posible que siendo la única opción viable
porque más allá está la derecha furiosa, la misma que trata de extremista, de
comunista, de radical cuando ellos están haciendo socialmente bueno el régimen
de Franco. Cuando los empresarios y el Banco de España abogan por el
esclavismo, aquel de la peonadas que todavía perfectamente visibles en los años
sesenta. Cuando los trabajadores del campo se agrupaban en el “pollo” del
pueblo a la espera del capataz que los contratara a su placer. Que no sabían sí
lo iban a escoger al día siguiente. Necesitamos recuperar la socialdemocracia de los
leones, aunque de momento ya nos valgan la de los gatopardos siempre que estos
no acaben como las hienas. Tenemos que volver a Diógenes que se paseaba a luz
del día por las calles de Atenas con una antorcha, y cuando le preguntaban
sobre lo que estaba haciendo, respondía: “Busco un hombre”. II Internacional
creada en el Primer Centenario (1889) de la Revolución francesa. La que
instituyó el Primero de Mayo con un programa que resulta utópico: 8 horas de
trabajo, 8 de sueño y 8 de ocio creador…La revolución de Octubre de 1917 la
lideró el Partido socialdemócrata ruso.
Para
la economía crítica es evidente que presionar a la baja los salarios no crea
puestos de trabajo (este ha sido uno de los argumentos estrella de las
denominadas políticas de austeridad). Resulta igualmente claro que disponer de
un puesto de trabajo y la reducción de la tasa de desempleo oficial no implica
un aumento de las retribuciones de los trabajadores ni la mejora de sus
condiciones de vida. En el escenario que emerge de la crisis, la
sobreexplotación de la fuerza de trabajo –a través de la represión salarial y
de la aceleración de los ritmos laborales– se ha convertido en una pieza clave
de la Europa realmente existente, del proceso de acumulación capitalista y de
la propia supervivencia del sistema. Por eso hoy en día nos hace falta aquella
socialdemocracia de los Iglesias, los Meabe, los Caballeros, Los Prietos y un
largo etc… Que sea capaz de aunar inmigración con pueblo, cuando se huye del
hambre y de la miseria no hay frontera y no nos vale el trajeado de turno con
floritura en la boca, que para lo único que sirve es para contentar a la
derecha más reaccionaria.
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