martes, 8 de noviembre de 2011

ELECCIONES GENERALES


Rodríguez Zapatero llegó al poder con la cara de niño morigerado que le dieron sus padres y un baúl cargado de buenas intenciones, también con un enorme lío en la cabeza. Quiso cumplir su programa y al poco de llegar al Gobierno ordenó la salida de las tropas españolas de Irak, ese lugar dónde las fuerzas del bien patrocinadas por Blair, Bush y Aznar, dejaron más de medio millón de muertos sin saber para qué ni por qué; puso en marcha leyes y decisiones que marcarán un hito en la historia de la democracia española, leyes y decisiones que por si se han olvidado, no está mal recordar ahora que todo lo malo que ocurre en este país lleva su nombre y ni los que le acompañaron son capaces de decir ni media en su defensa. Durante el gobierno Zapatero las pensiones mínimas y los sueldos de los funcionarios de la Administración Central, la de su competencia, subieron como nunca antes lo habían hecho, dentro de un plan que pretendía corregir desigualdades flagrantes no abordadas en legislaturas anteriores. En el mismo sentido, puso en marcha la ley que posibilitaba el matrimonio, la adopción, la herencia y el derecho a pensión entre personas del mismo sexo, todo ello con la oposición brutal de la Iglesia católica y del Partido Popular, quién todavía la tiene recurrida ante el Tribunal Constitucional pese a suponer una mejora indudable en la vida de cientos de miles de ciudadanos. Emprendió la puesta en marcha de la conocida como Ley de Dependencias, una norma de la que carecíamos y que aspiraba a facilitar la vida de más de un millón de personas dependientes que vivían en condiciones próximas a la miseria más absoluta. También en ese caso, las comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular hicieron todo lo imposible para que una medida de un matiz tan marxista como esa no se llevara a cabo: Para muestra, dos botones, basta comprobar su aplicación en Madrid y Valencia.
Ahora nos encontramos a las puertas de unas elecciones que de no mediar el sentido común, colocará al Partido Popular como jefe único de todas las instancias de poder. Si además del poder autonómico, eclesial, judicial y económico, el pueblo da el poder central, al PP sabiendo ya el que detentan y el paralelismo de sus políticas económicas con la de los nacionalistas catalanes, veremos, en brevísimo plazo, la desaparición de la ley del aborto, la liquidación de la ley de matrimonios homosexuales, la disminución drástica del subsidio de paro –anunciada ya por Rajoy en Buenos Aires-, el desguace de la sanidad pública en su totalidad, la merma de nuestras pensiones, la venta de buena parte del patrimonio del Estado, Esto es como la prueba del algodón, si lo pasan Uds. por el blanco verán que mancha.

José María Domínguez

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