sábado, 18 de enero de 2014

SER HUMANO

La experiencia humana es, frente a ello, una fuente constante de sentido para la vida del sujeto, una cantera inagotable de aprendizajes que suministra, o al menos lo intenta, los recursos mentales necesarios como para poder vivir en constante huida de esa amenazadora sensación de muerte y vivencia de la nada que se esconde tras el sinsentido existencial, frente a la cual todo ser humano se hunde en la desesperación y el vacío. Pero hasta en esos momentos donde el sinsentido se hace presente en la mente del sujeto, el sentido reina y preside nuestra existencia como elemento por excelencia de la misma. La existencia humana es siempre una cuestión de sentido. La lucha contra el sinsentido es, de hecho, un equivalente terminológico con el que definir la búsqueda de sentido, otra manera de llamar a lo que en esencia es lo mismo: la lucha del sujeto por huir de esa sensación de vacío que el ser humano enfrenta cada vez que es consciente de la existencia de la nada, cada vez que se queda sin referentes de sentido que le ayuden a dar respuesta a sus preguntas más íntimas, a sus inquietudes existenciales más profundas, a su necesidad de vivir con sentido, que lo ayude a vivir caminando sobre un mundo sólido que tiene la forma de un conjunto y no sobre la incertidumbre existencial que supone para todo ser humano orbitar su existencia en torno a su verdad como centro de su realidad subjetiva y espiritual, de su caminar por el mundo realmente existente. esta es una realidad prestablecida: una respuesta de sentido que es interiorizada por el sujeto como si de una verdad absoluta se tratase y frente a la cual no cabe duda alguna. La experiencia por vivir reforzará aquellos aprendizajes tempranos, permitiendo que el sentido que en ellos se encerraba se haga presente cotidianamente. Entre esos aprendizajes se encontrará ya la creencia –o creencias, en caso de ser una sociedad pluralista a este respecto- que esa sociedad tenga en relación a la existencia de la vida como una realidad de un todo, así como los códigos éticos y morales y demás elementos de valoración social que sean propios de esa sociedad en cuestión. El hombre hallará el sentido de su vida en la combinación sistemática de todos esos elementos de sentido, y su aferrarse a ellos le permitirá escapar del sinsentido, al menos mientras le sean satisfactorios. Será así también como el ser quede integrado en su sociedad como un miembro más de la misma, que respeta, reproduce y legitima lo que tal sociedad considera importante para su normal funcionamiento, aquello que no solo da sentido a la vida de las personas, sino al funcionamiento mismo de la sociedad. Los códigos de sentido que son propios de una determinada sociedad cumplen una función de cara al proceso de socialización de los seres humanos que la componen, pero también son expresión de la identidad de esa sociedad. La sociedad, como conjunto, también adquiere un sentido a través de ellos, un sentido que el hombre interioriza como fundamento de su vida en esa sociedad y desde el cual poder sentirse parte integrante de la misma, así como representado en ella y por ella. Eso también es sentido de la vida, también es cuestión inherente al sentido. Donde lo existencial se convierte en algo más que interpretación del mundo, entrando de lleno en el ámbito de aquello que puede ayudar a transformarlo. Lo existencial no solo es teoría, también es, debe ser, praxis. De hecho, de todo lo que es, es lo que verdaderamente lo caracteriza: sentido y existencia no son otra cosa que prácticas sociales y vivencias cotidianas; la forma con la que cada sujeto tiene de insertarse en el mundo y vivir conforme a un sentido, sentido que se expresa, precisamente, a través de esas prácticas y esas vivencias

José María Domínguez

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